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Biografia de Samuel Akinin

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LiteraturaSamuel Akinin (1948-0000) Literatura
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Introducción

Zapatero a tu zapato, expresión repetida miles de veces que hoy veo empuja mis deseos. Por ello voy a hacer lo que creo, de la forma que sé. Durante estos años dedicados a escribir, he realizado cientos de entrevistas, a personajes de todo tipo. Con ellas he podido conocer a la gente bajo otra óptica, he notado la metamorfosis que el tiempo, los elementos y la historia han ejercido en ellos. Me doy cuenta vivimos, lo que aprendimos e hicimos. Las personas somos el cúmulo de nuestras energías, la suma de nuestras vivencias, el reconocimiento de nuestros errores y la realización de una justa consecuencia. Sin lugar a dudas, solemos superar etapas, y al hacerlo, simplemente las pasadas, las desechamos; las nuevas amistades e inclusive nuestros familiares más cercanos apenas poseen un bajo perfil, un muy pobre conocimiento de qué y por qué somos lo que aparentamos ser. Cuando he llegado a la célula madre, a la raíz de los entrevistados, siempre ha ocurrido lo mismo. Por absurdos prejuicios, ni son lo que creemos, como tampoco lo que pensamos son. La familia, el país, los gobiernos, el dinero, su falta, una acertada u otra errada decisión, y aunque no en su justa posición, la suerte, tienen mucho que ver, en lo que hoy estamos viendo. Nadie es ni puede ser responsable del reflejo de una fotografía, una sonrisa aflorada, un miedo reflejado, una pasión dormida, un carácter equivocado, o bien una medida desproporcionada a veces reflejada hasta por culpa de la cámara. Estos son apenas algunas de las presentaciones que nos venden con los fantasmas mudos de un pasado. Igual ocurre cuando la visión es en persona, de inmediato surge la primera impresión, nos hacemos ideas, proyectamos opiniones, torcemos o enderezamos entuertos, nos basamos en un simple momento de luz. La realidad va más allá. Somos como dije la suma de nuestra mente y cuerpo, junto con el entorno.
Indiscutiblemente esta realidad nos demuestra que no siempre la coraza que portamos es nuestra piel, a veces simplemente es nuestro disfraz. Mostramos a la gente lo que suponemos queremos, y ocurre que perdemos el afecto de los demás. Me refiero por supuesto a la familia. Los amigos, por lo que el tiempo y espacio me han dejado ver, están contigo, cuando están. La familia es algo más arraigado. Uno vive por y para la familia, los amigos tienen sus épocas, sus gustos con los que compartimos con placer: sus fiestas, las que de a poco se van extinguiendo y hasta la paciencia por supuesto también. Me he dado cuenta que en estos años por falta de experiencia cambié con los míos muchos disfraces, por temores, o por desconocimiento, jamás quise conocieran mis debilidades. Pensé que el padre idealizado por mis hijos tuviese mejor influencia en sus vidas que mi verdadera realidad.
No ha sido sino hasta la muerte de mi padre hace unos meses, cuando comencé a entrevistarlo a través de sus cientos de cuentos, de sus miles de charlas, de esos trozos sueltos, del rompecabezas que formaron su vida, su realidad. Al comenzar a hacerlo, vi otro hombre, su humanidad brotaba por los cuatro lados. Sentí una especie de refrescamiento a mis anticuadas opiniones y maduré: me gustaría que los míos pudieran algún día pensar lo mismo. En mi caso me he dado cuenta cometí un grave error. Por miedo, para que mis hijos no emularan las travesuras de su padre, pensando fuera mejor se moldearan a su gusto, nunca conté mi historia, no me refiero a ella por que sea tan importante. Quisiera que en algún momento puedan contar con la versión original de mi yo. Quizás así, como a mí me sucedió, suceda el mismo milagro y ellos puedan entenderme un poco más y mejor.
He pasado mi vida en la absurda búsqueda de la excelencia, aspirar ser el mejor de los padres, de los hijos, hermanos y amigos, lo único que en mí ha logrado es el que me he convertido en un extraño. Un ser al que no hay que contradecir, y de hacerlo, siento como si se me tratase de ofender. Esta conclusión la he sacado porque del exceso de confianza que prodigo, la costumbre sobre protectora que les irradio en muchas de las veces los confunde. El legado extraño de mis padres ha sido la velocidad. Mi mente, aún no he podido encontrar el por qué o el cómo trabaja en tres tiempos. Cuando lo normal sería en uno: el presente. También posee ciertas visiones o premoniciones que me hacen creer poder llegar a una cuarta o a otra extraña dimensión. Supongo eso es herencia de mi abuela materna, ella veía cosas que estaban por venir, y cuando las mencionaba, acertaba. Con ello como parte de la incógnita, y con la sincera intención de llegarles sin tapujos, interrupciones, muecas, o malos entendidos, creo que el desembarazar el total de los recuerdos presentes pueda que de una forma u otra, les de una diferente posibilidad de interpretación.
Qué busco con ello, no lo sé. Sé que es a mi familia y sólo a ella la que adoro con toda mi alma, no quiero pormenorizar, porque pienso que mi entrega es igual para todos y cada uno. Cuando alguien me habla de nieta, hijos, hermanos, sobrinos, tíos, padres, abuelos, o simplemente primos, logra hacerme sentir un calor especial. Es ése, el regalo que he esperado. Nada hay que complazca mi mente y cuerpo más que una palabra buena dirigida hacia o de los míos. Me hace ver que no hemos perdido, que en este mundo moderno de distancias inimaginables para mis abuelos, donde se disemina la propia sangre en diferentes tierras en busca de nuevas posibilidades, rememorando a nuestros errantes ancestros, algo se mantiene, se desarrolla y vive, vive y lo hace madurando no egoístamente, lo logra repasando el pasado para que sirva de ayuda a futuras generaciones. En esas que el nombre de mi padre estoy seguro, será blasón mantenido en el tiempo por sus descendientes con todo orgullo.

Desnudo ante la vida

Historia de mi vida en familia.

Mi familia

Dar comienzo a un libro que de alguna manera tenga algo de histórico, donde el fondo trate lo anecdótico de alguien y su entorno, vuelve vital hablar acerca de la familia. Nada mejor en el esclarecimiento de un ser y su comportamiento que entrar a conocer a su familia basado en su criterio, como él la ve según sus propios ojos. Indiscutiblemente esta narración tiene una sola visión, no necesariamente es la realidad que vivieron los demás miembros de mi familia, que sin tener la oportunidad de expresarse, en este momento callan. Si de alguna de las maneras alguien se siente ofendido, éste no ha sido el objetivo, solamente he querido dejar mis sentires y parte de mis memorias a mis hijos, mis futuros herederos, mis amigos y a aquellos que tengan algún acercamiento a los míos.
Relatar cuentos ha sido una costumbre de familia, antes nos reuníamos y nos contaban historias, unas verdaderas, otras supongo eran fantasías y las más servían para hacernos dormir o como método de enseñanza. Con el correcto ejemplo se supone aprenderíamos más y mejor. Mi abuelo quien era un hombre metódico, vivió una vida apacible, su estilo era dulce, de trato ameno y corazón desprendido. Su español deficiente, por no ser su idioma, era rico en sus concejos, mismos que trascienden espacios, veo que en el tiempo su memoria en mi mente, se auto-refresca a cada tanto. Su filosofía universal no caduca, por el contrario, re-actualiza y explica muchas dudas y comportamientos ajenos.
Con mi abuela materna el roce fue corto, ella falleció cuando apenas yo contaba seis años. Era una de esas madres judías orgullosa de su familia, su fe, su entorno. Nunca recibí de ella un no. Su cabello lo cubría como era la costumbre. Poseía esa mezcla de modernidad y de vivencia clásica. Era moderna en trato, vocabulario y en su atención. Ella se desvivía por mí, no le molestaba lo que los demás pensaran sobre ello. Siempre dejó ver su preferencia en mi madre y supongo como proyección en mí por ser su primer nieto varón. Vivía en un edificio, (casa de tres pisos) fabricado por mi abuelo, el mismo era amplio, tenía muchos cuartos, de ellos los que más quedaron grabados son la cocina y el baño. Ambos parecían de casas de muñecas. En las paredes colgaban fotos de gente sabia, de grandes rabinos y de espejos antiguos galardonados con filigranas incrustadas en vivo. El juego de comedor era sobrio, elegante, la cama amplia, muy sonora, los balcones, como los de Andalucía, la terraza, eso era otra cosa, parecía almacén de algún abasto.
El abuelo quien tenía experiencia de dos guerras mundiales y de una civil, había perdido a su padre con la explosión de una bomba lanzada desde un barco. Él trató que no se repitiera esto, ninguno de sus hijos tendría que salir de su hogar en busca de alimento en caso de emergencia como a él le ocurrió. En verdad el abuelo en su terraza poseía todo tipo de pertrechos. La misma era el fuerte en épocas de mi niñez de soldados e indios. Cada momento, cada vez, con el abuelo había un algo, una historia, la misma duraba el tiempo que él necesitaba para pelar una manzana, o cualquier fruta, la que sin darnos cuenta nos la iba dando de a poco, hasta que la comíamos. El abuelo siempre nos hacía trampa, era experto cuenta cuentista, dramático, específico, realista, demasiado calmado, No recuerdo una sola vez que me haya rehusado a escuchar sus cuentos, lo llamaban David el tranquilo.
Él era un hombre mayor, siempre lo conocí así, sin embargo su mamá vivía con él, la protegía, le tenía paciencia y de alguna manera creo la mimaba. Le daba poca importancia a las cosas, todo era posible de enmendar. Decía en su lenguaje que las cosas eran elásticas, no las veía rígidas, siempre su primera pregunta era por mi madre mi padre y hasta por mi otra abuela. ¿Cómo están ellos? De nuevo veo era su forma de educar, dirigía mi atención a ese punto. Simi, mi abuela paterna fue un caso especial. Tenía ella catorce años, se encontraba jugando en el patio con sus amigas, cuando su madre le dijo: tienes que arreglarte, ¡hoy te comprometes! Como verán las costumbres antiguas llegaron hasta mi familia.
Mi abuelo Samuel por quién fui nombrado era un joven emprendedor llegado recientemente del Rif, había puesto sus ojos en ella y sin más a través de un amigo pidió su mano. El poseía una empresa de transporte, hacían viajes largos de una ciudad a otra. Durante el tiempo de matrimonio concibieron cinco hijos la mayor era hembra y los demás varones. Cuando mi padre cumplió los cinco años se enteró que ni sus hermanitos ni su hermanita volverían a jugar con él. Casi todos ellos murieron, jamás le hablaron de sus muertes, en algún momento él, por el mismo trauma, se había olvidado de ellos, así permaneció bloqueado en su mente, hasta después que nacimos nosotros. Desde aquel instante en adelante quedaron solos los dos varones Mesod, mi tío, quien le llevaba un año, y él.
Una vez mi abuelo Samuel, recibió un encargo: debía transportar una mercadería a otra ciudad, era un día jueves, el despacho debía llegar temprano en la mañana del otro día. Uno de sus empleados, un chofer muy religioso se ofreció para realizarlo. Mi abuelo no quiso correr riesgo de que en el momento de retorno cuando entrara el Shabat, o sea el viernes por la noche no le diera tiempo suficiente y tuviese el religioso que dormir en la carretera o en la otra ciudad, se negó a darle el trabajo. El chofer insistió, habló de sus necesidades y de que él estaba seguro de poder volver a tiempo. Nefasta decisión. Mi abuelo, de lo que me han contado, era un hombre espléndido, de una vocación de trabajo y medio socialista, todos los fines de semanas hacía cuentas delante de sus obreros, sacaba de sus alforjas las monedas de oro y de plata y compartía con ellos sus ganancias. Aunque no tenía socios los apreciaba como tales. El día sábado en la mañana un hombre sin escrúpulos, un todero de los que me referiré más adelante, un necio sin oficio fue a su casa y sin razones ni verdades le dijo que el chofer había sufrido un volcamiento, había atropellado a alguien y lo había matado. Su religiosidad y su sentido del deber fueron la chispa que hizo explosión en su joven corazón. El abuelo no lo pudo soportar, se culpó de hacer caso omiso a su instinto, y el sentimiento de culpa fue tal que a tres días y a sus cuarenta y siete años de edad, murió.
Mi abuela Simi se las tuvo que ver sola, apenas terminó de enterrar al abuelo, aquellos hombres tratados como asociados, hicieron de las suyas, se repartieron carros, caballos y mulas, realizaron una rebatiña; de nada había servido la buena voluntad del abuelo. A mi abuela, la dejaron en la gran miseria. Eso obligó tanto a mi padre como a su hermano a abandonar sus estudios y desde los siete años comenzaron a trabajar. Primero lo hizo como muchacho de mandado, luego, vendedor de un surtidor de gasolina que era de su tío paterno, volvió a la profesión de su padre y en cuanto pudo compró con su hermano un camión de transporte, luego otro y otro.
Mi padre era extrovertido y por medio de amigos y de los de sus amigos, y de ciertos militares, consiguió permisos de explotación de maderas. Lo que es lo mismo, el gobierno le había dado en concesión por unos años ciertos bosques madereros. Amplió con su hermano los Transportes de carga Akinín y montaron en sitio su propio aserradero. Terminada la guerra, España cedió esas y otras serranías a los moros, y el negocio junto con propiedades y demás se esfumó en un solo día. Al parecer era algo cíclico.

Mi padre

Mi padre que Dios lo tenga en su gloria, conoció la pérdida y el dolor a los siete años, a esa temprana edad como les dije, quedó huérfano de padre. De niño tuvo que abandonar juegos, amigos y estudios, y hacerse cargo de la familia, aunque había nacido en cuna de oro, con la muerte del padre y la falta de un hombre que defendiera sus intereses, vio cómo de la noche a la mañana surgieron cambios a los cuales veía casi imposibles de adaptar. Transmitirles todo su sufrimiento es además de tedioso, algo que no está justificado, pero pretender pasar por alto algo tan violento, no haría justicia a mi padre ni a su manera de ser.
Nació en el año dieciocho; como treinta años después me tocó a mí, eran años de guerra y posguerra. Superó enfermedades, necesidades hambre y escollos, avanzó como pudo y llegó a la edad de reclutamiento. Se graduó como hombre al cumplir sus dieciocho años al entrar en el ejército durante La Guerra Civil de España. Ser judío en esa España llena de errados pero enquistados y enmarañados odios religiosos fue un timbre lleno de trabas en aspectos militares.
Afortunadamente mi padre sabía, (de saber y sabio) cocinar. Los primeros tres años de ejército los pasó como intendente de cocina del Generalato. Innumerables eran sus cuentos e historias de cómo hacía ciertos exquisitos platos en pleno frente de batalla o cómo lograba esa cantidad de manjares que supuestamente no existían por la guerra. Mi padre me heredó el secreto de ello: el trueque. Visitaba en los pueblos a la gente y les cambiaba a las mujeres un producto por otro: pan, harina, aceite, azúcar, por pollos, chorizos y otros.
Mi hijo David llegó a tener la cadena de restaurantes más afamados de Caracas, en sus momentos contaba con los seis mejores chefs, puedo con fundamento decir, sin ofender, que como cocinero en su estilo mi papá les llevaba gran ventaja. Nuestros chefs con los mejores ingredientes (salmón, caviar, paté, langostas, etc.,) eran capaces de hacer maravillas, pero de no contar con ellos, simplemente nada hacían. Mi padre con nada, hacía los mejores platillos. Mi padre con un simple pollo, ciruelas, duraznos, zanahorias, sal pimienta, pimentones: a chuparse los dedos. En lo referente al mar: un pescado, perejil aceite y limón. A veces unas sardinas en su piel con mínimo de aceite y mucho limón, (bocado de Cardenal) y más simple aún: unos boquerones curados con gran cantidad de limón y algunos ajos crudos. Carnes guisadas, su especialidad. Él preparaba unos chorizos picantes y dulces como pocos. Tortillas: las de él eran de doce centímetros de alto. Fritaba las papas, luego la cebolla, a veces algún pimiento dulce y cuando el color venía acompañando los olores, echaba los huevos y el toque de sal. Vuelta artística con la ayuda de un plato grande y a disfrutar. Cómo olvidarlas u olvidarlo, jamás.
Mi padre sintió por el ejército un amor al que siguió siendo fiel hasta el último minuto de su vida. Es de entender: la atención que profesaba a los generales y las de estos para con él, era de alguna manera una especie de relación paternal. En el ejercito encontró en esos grandes hombres el afecto que el destino le quitó en su niñez. Me contó que aunque no había sido llamado a filas, su madre en su situación de viuda y sin oficio, quería pedir la excepción para él, sabiendo mi padre a su hermano en plena línea de batalla no quiso lo tildaran de cobarde. Rechazó de plano esta posibilidad y a la mañana siguiente se ofreció y fue aceptado como voluntario.
Tres días con sus noches estuvo mi abuela en la azotea de su casa rezando y rogándole a Dios por sus últimos y únicos hijos, en su mayoría fueron días de ayuno, de penitencia, ella de alguna manera, logró su objetivo, a los tres años, ambos retornaron del frente, sanos y salvos.
Anécdotas de la guerra mi padre relató toda la vida. Cuentos de los soldados, a la larga han pasado en mi familia a ser chistes. Creatividad en cuanto a platos: la necesidad es la madre de la imaginación. Amigos en el alto mando, decía tener tantos y tan famosos, que a veces hasta yo dudé de ello. Eso, hasta que en la oportunidad que me enviaron a estudiar a Madrid, cuando cumplí los quince años, por medio de una carta que me dio, pude saludar el Jefe Mayor del Ejército de Madrid, algo así como al ministro de la defensa. Sentí en ese señor los mismos lazos de unión, respeto y amistad que mi padre alardeaba tener con él.
Papá fue como casi todos los Akinín un hombre terco, se aferraba a su palabra y a su manera de pensar, pero en el transcurso de la vida que se nos permitió disfrutarlo, siempre demostró no practicar la mentira. Si él decía algo, eso era un documento. En una oportunidad fue citado por el alcalde árabe, un moro lo acusó que en unión de su hermano, los dos a la vez, le habían propinado una paliza. El jefe árabe sabiendo de qué familia se trataba y que su tío Don Abraham Serfaty, era presidente de la comunidad judía, lo llamó y él lo único que preguntó fue: “¿qué dijo David?” al escuchar la respuesta que daba el jefe moro comentó: Si David Dijo eso, así fue.
De cualquiera de las maneras mi tío Mesod, hombre forjado en labores pesadas, era poseedor de una fuerza descomunal, capaz de doblar y picar monedas con los dientes, habló con el alcalde árabe. Y aceptando en parte, ser responsable, propuso una especie de desquite para con el moro agredido. Cediendo un poco de ventaja: pidió le amarraran la mano izquierda a en la parte trasera de su cuerpo y que lo metieran diez minutos en un cuarto a solas con el moro; dijo mi tío que en esas condiciones le daría al moro una oportunidad para desquite. La petición sin titubeos, de inmediato, fue aceptada por el jefe árabe.
Salomónica decisión, el moro estaba consciente había sido uno sólo de los hermanos quien le propinó la paliza, ya había probado la fuerza de sus puños y por nada del mundo iba a repetir la estupidez de otra golpiza. Comenzó a llorar, gritó diciendo mi tío era un loco, que lo iba a matar. No hubo necesidad de más, mi padre y su hermano salieron absueltos de cargos y culpas, al moro lo castigaron con unos días de prisión. Nunca más supieron de él.
Cuenta mi padre que uno de los generales estaba casado con una mujer hermosa, ella era una rubia despampanante. En repetidas oportunidades vio como ella tenía un comportamiento desleal con otro oficial. Mi padre no se atrevía a decir ni pío, pero había algo que lo obligaba a distanciarse del general, éste al darse cuenta, lo mandó a llamar. David, qué sucede, ¿algo te está pasando? Evadió el tema trató, pero el militar con muchas más horas de vuelo increpó, supongo tu actitud deba ser por mi esposa, y preguntó, ¿es referente a mi esposa? ¡Sí mi general! Ahhh…Hijo, aprende que en la vida las cosas se nos dan de a poco. Y hay que formarse para valorarlas. ¡Más vale comer un bombón a medias, que una mierda para uno sólo! Otra de las veces me refirió de los seis enemigos que él y dos de sus ayudantes de cocina hicieron prisioneros. Yendo al río sin armas, para lavar los corotos y recoger agua fresca. Unos soldados enemigos, fatigados, hambrientos, cansados y conscientes que el fin de la guerra era algo inminente, sin disparar un solo tiro, se rindieron, eso fue motivo de risa y de premios, a los tres les dieron condecoración al mérito. Al igual que en otra oportunidad cuando el chofer del camión al no tener la experiencia necesaria, calculó mal una calle, mi padre estaba parado en la barandilla de la puerta, saltó y se rompió un diente. (Herida de guerra) Años de terminada la guerra, estando mi padre tomando unos vinos con esos buenos amigos desconocidos de los bares españoles. Él refirió que una oportunidad entrando a un pueblo tuvo que decomisar una yegua, la requería para entregar un parte urgente a un oficial en la zona de guerra. Él de inmediato redactó un papel diciendo que en nombre del gobierno español: yo, fulano de tal, se hacía responsable y se comprometía a devolver el animal. La dueña de la bestia supuso la había perdido, pero a los días mi padre en persona la devolvió llevando un poco de harina y algo de aceite como compensación a los daños. Uno de los señores que estaba libando dijo ser sobrino de esa señora, que ella ese cuento lo había relatado y que no le había dado crédito alguno. Razonó y dejó ver lo pequeño del mundo. El hombre explicó con detalles el santo y seña de su tía y del pueblo. Al confirmarse los hechos, se dieron un abrazo y brindaron con otra copa de vino.
Papá no sabía medir, cuando daba, simplemente daba. En la ciudad de Mérida una señora recibió de mi padre alguna ayuda económica, ésta de una vez le entregó a su hijo, un muchacho de unos trece años, le pidió que lo criara, que ella no tenía los medios para hacerlo. Papá tomó las señas, y un número de teléfono de un conocido de la señera, lo montó en su camioneta y al otro día apareció con él en la casa.
Así de la noche a la mañana tuvimos un cuarto hermano, la nueva situación familiar no duró mucho, a las dos semanas un día que todos fuimos a un matrimonio, de regreso encontramos a nuestro nuevo hermano completamente borracho. Algunas de las botellas de nuestro bar quedaron secas. Al acabársele la borrachera mi padre contrató a alguien para que lo llevara de vuelta a su madre. Pasada la experiencia, tuvimos que escuchar la voz de mi madre que repetía hasta el cansancio: yo te lo dije. Desde ese mismo momento y en adelante, volvimos a ser los mismos tres hermanos de antes.
Mi padre toda su vida creyó en un ideal: Dios. Luego vivió dedicado a su culto mayor: su esposa. He leído novelas, historia, cuentos de amor. Él era incapaz de probar bocado sin haberlo ofrecido primero a su esposa y luego a sus hijos. Parecía un libro abierto, él no contaba, revivía su historia. Hasta sus ochenta y cuatro años remontaba su memoria desde que tenía uso de razón.
Podía narrar un evento y detallar el contorno con lujo de detalles. Tenía paciencia para todos, y todos le tenían paciencia. Por desgracia fue sólo en su último año de vida que pude darle alguna muestra física del amor que siempre le prodigué; éramos dos imanes que se repelían por demasiado amor, respeto; lo que yo opinara de él, le preocupaba, y siendo el niño consentido de mi madre, nuca quiso entrometerse.
Han transcurrido varios meses de su partida, él siempre fue nuestro foco principal, se ganó con esfuerzo propio el cariño de sus nietos y a través de ellos lo conocimos y recomenzamos a amar. Recuerdo una vez me dijo que para los niños un padre al comienzo es como su Dios, en la medida que estos crecen deja de ser tal, para convertirse en un ser fuerte, superior, al paso de los años se transforma en un humano con todos sus defectos y una vez ido, si fue bueno y noble, vuelve a ocupar su primer lugar (qué sabio). Tenía razón, desde que marchó hablo con él de otro modo, cada instante de vacío él lo llena y aún no estando, pensar en él, combate mi soledad.
Lástima uno no aprenda de la teoría y la pueda emplear ya una vez conocida y no como acostumbramos a juzgar y vivir únicamente por la práctica.
Dicen que los hombres buenos fallecen en viernes, se dice que así lo hacen para que sus deudos sufran menos con el corte del luto que obliga el Shabat. Esto me consta es verdad, mi padre se fue de este mundo, con el mismo estilo que siempre tuvo en vida, sin causar molestias, fue un hombre hecho de roble, de esas viejas y fuertes maderas, permaneció erguido todo el tiempo, combatió tempestades, luchó contra sus molinos de viento, levantó una buena familia y su nombre es recordado como sólo se les recuerda a los que nos honra llamar. No conocimos de él una enfermedad, no nos dio molestias, a sus ochenta y cinco años tenía los pulmones de un joven, el corazón de un ángel, la alegría de un niño, la inocencia de un noble y la paz espiritual de un santo.
Se fue un viernes como dije, para hacernos más simple y corto todo, el tiempo corría a tal velocidad, que parecía una película, sentí ahogo, dolor, frustración, desencanto, pena y sobre todo un gran vacío y una enorme pérdida. Sin embargo entendí y entendemos que nada es eterno; como a sabiendas que podría convertirse en una carga, pienso que pidió lo llevaran y fue complacido, lo creo, pues un día antes se despidió, dijo cosas que guardo en mi mente y corazón, todas buenas, todas bendiciones. Ese era su estilo que “Dios te dé en proporción a tu corazón” no pedía de más, no exigía. Me habló de mi hermana, por primera vez me dijo que ella era su preferida, lo hizo de una manera sana, inteligente, detallada. “Ella es mujer, es mi única hija, ustedes dos son fuertes, son hombres, ella no tiene quien la cuide, ustedes no necesitan, hay que velar por ella”.
Cada segundo, cada minuto de su vida la pasó bendiciendo los nietos que Dios le dio. Eran su máximo orgullo, estaba henchido de placeres, detalles, regalos y múltiples atenciones. Nos deseaba como aspiración máxima que ojala tuviésemos nietos iguales, él supo dar, también apreció recibir. Lo vi con ellos en un desfase para mí desconocido, era capaz de hacer para complacer a sus nietos, lo que estos pidiesen, lo inimaginable en él. Había algo en él no común en otros seres que conozco, podía molestarse con alguien, con alguno de nosotros, a veces con y otras sin razón, su molestia duraba nada, creo que no sabía guardar rencor. Quizás se alteraba, es verdad, pero nada más. Daba amor sin esperar a cambio, siempre fue el abogado entre nosotros.
Nos hacía llamar a mamá cuando él pensaba ella pudiese estar molesta, ella fue siempre el centro de su vida y de su amor.

A mi padre

Cómo me hubiera gustado poder hablar contigo
Cómo me hubiera gustado tenerte como amigo
Cómo hubiera deseado poder haberte entendido
Decir todo lo que siento y vernos más unidos.

La suerte nunca estuvo a tu lado
Desde muy niño te viste desolado.
Es quizás la experiencia, la falta y la vivencia
Culpa, o razón, muestra falla en la convivencia
O es también la imagen reflejada,
Por demás muy igualada
La que por parecerse tanto
Imitando olas, que en la orilla del mar se encuentran
Por tiempo y por separado andan en paralelo
Y al poco tiempo, llegadas a la orilla,
Sin saber se han encontrado.
Decirte cosas, yo quisiera
Pero aún no he encontrado
El camino deseado
La forma ni la manera.
Confundimos respeto,
Con obediencia,
Palabra ya en desuso,
Al existir la convivencia
Medimos en forma equivocada,
Opinión con la razón.
Mas, cuál sabio llegó a ser justo
O dictador deseado
Sin que con uno cada lado,
A la gente permitiera
Una sonrisa sincera y una honesta opinión
Ideologías, idiomas, lenguas o geografías
Cada uno por igual se separa de su orgullo
E imitando a los capullos abren sus pétalos sagrados
Para absorber del sol, todos sus rayos dorados.
De nuevo razono al escribir, que lo que quiero no puedo
Que lo que siento no asomo y que con todo mi aplomo
No he sido, ni soy capaz
De agredirte con mi boca
Decirte palabrotas,
Ni de herir tus sentimientos
Porque al fin y al cabo,
Es amor lo que por ti siento.
Sé que no me he expresado,
Quizás cosas, se hayan quedado de lado
Que me es difícil decir así, a primeras,
Lo que a manera sincera
Tú quisieras haber oído.
Pero trata de entender,
Padre querido
Aún no he podido encontrar
El camino, o la manera
Para decir, lo que quisiera
Sin que te sintieras ofendido
Ya, que esa no es mi intención
Ni el motivo que me llama
Y que me impulsa en esta trama
A mostrarte lo que siento
Lo que pienso y lo que soy
Y a decir a los cuatro vientos,
Sin que me quede nada por dentro
Por ti soy un Akinín, y aquí estoy


Mi madre

Reconozco en ella fue una mujer privilegiada, desde niña y hasta ahora a sus ochenta años de edad mantiene una belleza Egeria aporcelanizada, pareciera el tiempo no pasa por ella. Como verán más adelante, ella ha sido impulsora de cada uno de sus descendientes, además, es eterna estudiante, recopila las cosas más increíbles y le da igual, si se trata de literatura clásica, religiosa, antigua o moderna. Todo es recopilable, todo debe tener un especial interés para mi Samy. Posee una voz de averío, cuando canta emula el trinar de aves. Su fuerte es la poesía, con una memoria prodigiosa, recuerda versos de su niñez, su juventud, desde siempre. Su hobbie escribir, lo hace de día y noche, me consta tiene decenas de cuadernos que atestiguan sus inquietudes. Su propia filosofía de la vida. Su talento: conocedora de los cumpleaños, onomásticos y festividades o motivos especiales como para llamar y hacernos llamar a cada uno de nuestros familiares y amigos Su grupo de amigas es reconocido desde siempre, pareciera ser una especie de San Nicolás, está pendiente de llevar un regalo, un dulce hecho por ella, un chocolate, una fantasía. Su trato con nietos es de amiga, sabe escuchar y con ellos practica ese deporte.
Como madre ha sido consecuente, cuando uno menos lo espera, a cualquier hora del día o la noche, ella nos llama, para saber como estamos, a una respuesta y a otra pregunta nuestra similar, ella siempre dice igual, “ahora estoy mejor, mucho mejor” pienso que envés de envejecer, ella debe rejuvenecer. Pues siempre está cada vez mejor. Ni igual, ni peor. Ella es sumamente ordenada, en nuestra familia a veces nuestros hijos le piden a conciencia de su manera de ser le ordene su closet. En verdad que da gusto, puesta su mano en ello, pareciera vitrina de una tienda de lujo. Cada cosa, cada ropa además de estar en su sitio luce como nueva, las dobla con tal amor, que logra así realzarla para apreciar valor y estima.
Siempre he sido su preferido, no sé por qué, no es algo que haya pedido, o por algún mérito ganado, ella decidió eso y así fue. Con la persona que mejor se lleva es con mi hermana, ella le tiene la paciencia que nunca tendré. Mamá me trae recuerdos altisonantes, he tratado, pero no he logrado entenderla. Pienso que su ritmo de vida no va con su edad, como dije, ella se cree joven y así vive, la he visto sentada en un mesa de juegos, por horas y horas, jamás se cansa. Su vicio es infinito, creo trata de recuperar las horas que alguna vez no jugó.
Es un ser algo extraño, pienso vive para los demás más que para ella misma. Quien la entendía y mimaba ya no está, ahora su vació le ocasionará problemas. Mi padre además de compañero, amigo y amante, era todo, la ayudaba en la cocina, y en lo que ella requería, a una llamada de ella, él siempre estaba presente. Era muy difícil que él no la complaciera. Ambos formaban una pareja tan especial que entre hijos y nietos nos peleábamos para lograr la aceptación de mi padre en cualquier salida, bien fuese comer un dulce, o un helado o para dar simplemente una vuelta en el carro.
Entre ellos sucedieron anécdotas increíbles, como aquella vez, era nuestra primera quinta en la ciudad de Maracaibo, cuando nos mudamos, la recibimos con un perro adentro, se llamaba Nerón, fue el primer perro que tuvimos, en Melilla no se estilaba. Mi hermano tenía aproximadamente un año y medio, el miedo de que un animal tan grande pudiese morderlo o vaya usted a saber qué otra cosa, fue suficiente, mi madre pidió a mi padre que se llevara el perro, lo regalara.
A la mañana siguiente mi padre tomó el perro y en un viaje que hizo a unas cincuenta cuadras de distancia, lo llevó y bajándolo del auto, ahí lo dejó. Con sentimiento de culpa, con algo de dolor, regresó para informar a mi madre que había cumplido la orden. Al poco de él llegar, oímos los ladridos de un perro, no lo podíamos creer, nuestro Nerón, el perro volvió.
Al comenzar la otra semana mi padre volvió a montar el perro en su camioneta y lo llevo a Perijá a más de cien kilómetros de distancia, esa vez si lo dimos por perdido, mi hermana y yo sufrimos la pérdida, sabíamos que sin Nerón, nuestros sueños de otro perro se esfumaban. Toda la semana nos sentimos tristes, echamos la culpa a nuestra madre, la medida tomada fue injusta.
Una noche, escuchamos ladridos, no hicimos caso, de seguro sería otro perro callejero; nada que ver, Nerón con sus patas heridas había encontrado por sí sólo el camino de regreso. Eso en mi casa fue considerado como un milagro. Así, nuestro perro se ganó su estadía, creo que fue el más inteligente de los que he conocido. Su readaptación fue increíble, Como sabiendo quién no lo quería, se acostaba a los pies de mi madre y de ahí, no se despegaba.
En el entorno que vive, mi madre es bienvenida, la gente la estima, y diría que hasta la han aprendido a querer, les lleva como dije, galletas, dulces, de todo, es atrevida, a su edad se inscribió en la Universidad Nacional Abierta. De haber charlas o conferencias sobre cualquier tema, por muy especializado que sea, cosa que le viene sin cuidado, de enterarse, ella asiste. Sus cuentos son como los del abuelo, jamás los repite, a veces he pensado que se le olvidan, pero no, ella tiene tal repertorio y tantas vivencias, que para charlar, ella no requiere repetirlos.

La madre

La creación fue un acto divino
Y gracias a ella por ello vivimos.
Por eso, me es difícil explicar
El Creador no posea un corazón,
Uno que debe ser muy especial
Porque no puede ser uno normal
Ya que para mí El debe tener
Un corazón como el de una madre.
Suena a lo mejor injurioso
Pero nada más puro y hermoso
Que el corazón de una madre.
El único capaz de perdonar
Al más bárbaro de sus hijos
Sin medir, contar ni esperar
El mismo que siempre con amor
Está preparado para sin recibir dar
Para entregar sin justificar
Y nunca cansarse de dar.
Una madre debe tener algo divino
Un algo que no se puede describir
Se siente cuando en el vivir
Solos nos encontramos
O cuando con dolor lloramos
Ya que ella es nuestro consuelo
Idéntico al que desde el cielo
Recibimos cuando pedimos
Y al escucharnos sentimos.
Una madre lo es todo
La entrega abnegada
La creación representada
En este mundo que a veces
Cuando oscuro nos parece
E inhóspito se nos presenta
Tan sólo una madre nos alienta

Mi Tersi la bonita

Sentimientos encontrados revolotean mi mente, unos contra otros se avivan, todos quieren estar presentes. Esther, mi hermana, mi mejor amiga, mi aliada, mi alumna, mi espina, mi perdido sentido de culpa, mi ancla en la mar, mi más consecuente fan. Qué puedo decir de algo o alguien que te complementa, que ha vivido tus sueños, realidades, dolores y placeres. Qué se puede expresar de quien cuando en ella piensas, te está llamando, cuando la tristeza te embarga, sin saber cómo ni cuando se presenta con un algo.
Agradecer a la vida: muchas cosas, si son de familia, mucho más; una amiga para un hombre tiene un valor sin par. Mi hermana ha sido eso en realidad. En los años que recuerdo, que al cavilarlo son más de los pensados y de los que creí llegar, en todo este período, en tormentas, con calmo tiempo, en cualquier lugar, siempre una llamada como para variar. ¡Hola cómo estás! Te eché de menos, cómo te va. Tres de las muchas dudas de las que no se ha cansado de preguntar.
Con ella aprendí a muchas cosas entre otras, yo no sabía bailar. Cuando algo quería, cuando el dinero me faltaba, estuviesen o no mis padres, allí estaba ella, siempre me solía prestar. Si perdía alguna lección por haberme escapado de clases, a ella bastaba preguntar. Era como un maestro, no paraba de estudiar. Caletreaba las lecciones, me las hacía preguntar y con sólo su respuesta cualquiera había aprendido ya.
Esther ha sido siempre un pilar importante en mi vida, como yo en la suya. Nosotros aprendimos a respetarnos y a querernos como me gustaría hicieran siempre mis hijos. No hay ni ha habido un momento de alegría, felicidad, o tristeza que juntos no hayamos compartido. Durante la semana son pocos los días que no hablamos. Y de manera increíble, siempre encontramos temas que nos relacionan o nos ayudan a crecer. Ella es una buena lectora. Se graduó con honores en Filosofía y Letras, ha escrito un libro “Alas para Volar” el cual considero didáctico. En él ha sabido desarrollar sus propias ideas de la vida, ha vaciado sus pensamientos, que son muchos y muy buenos y con su propia experiencia ha logrado relatar las bondades que recuerda tuvo en cada uno de sus cumpleaños. Esther se ha vuelto muy creyente, ahora que no está mi padre, pienso que mucho más. Veo que en mí encuentra reflejos de él, del pasado que la acompañan y dan placer.
Quiso aprender bridge y lo hizo como siempre suele hacer, se destaca no por suerte, lo suyo es sacrificio, entrega y estudio. Lo ha tomado muy en serio. Se enfatiza, más estoy seguro, lo bueno está por ver. Por lo que veo está en este momento dedicada de lleno a sus hijos y su nueva obra, veo venir un nuevo libro con más agresión, un compendio de hojas con toda la dedicación, un fluido de ideas capaces de enderezar lo no enderezable. Ella es así. Tiene consuelo, y capacidad para todo, posee una muy buena memoria, y el sentido de dar está en ella más desarrollado que el exigir. En lo referente a consejos, tiene aquellos que se adaptan a ciertas necesidades. También puede y sabe callar.
Es demasiado sentimental. Lo que llamamos un alma buena. Ella ha logrado desde el comienzo un trío de perennes admiradores que son sus hijos y conseguido mantener para ellos, las expectativas que esto conlleva. Algo nada fácil, casi imposible en estos días de comunicaciones a velocidad luz. Donde las preguntas encuentran rápidas respuestas, donde las dudas hace tiempo permanecen muertas. Sus recomendaciones algunas veces parecen jaladas por los pelos, no sé como se las apaña, al final sorprende con resultados acertados, ¡ella tenía razón! De su boca la expresión “si Dios quiere” no se separa al igual que el darle gracias por todo.
Cada mañana se extraña de la belleza y colorido de las flores que encuentra en su acostumbrado caminar. Cada tarde al crepúsculo ve y mira con otros ojos, como si de un estreno se tratara.
Descubre a cada noche más brillante. Es ese tipo de personas llenas de optimismo, que vienen a hacer crecer y desarrollar a los demás.
Estoy seguro que sus escritos y libros de ayuda serán su impronta indeleble en este mundo tan difícil y extraordinario. Ella es toda un alma caritativa de acciones y emociones. La gente que la ha leído dice sentir su amistad en la lectura. Al no ser egoísta, entrega abiertamente los secretos que medio siglo de vida le han costado encontrar, lo hace sin esperar nada a cambio. Es el espíritu materno de dar simple y llanamente por poder, saber, y querer dar.

Mi hermano

Siete años y medio nos separan, mi hermano Isaac como les contaré más adelante, nació en Madrid, me tocó vivir con él mis años más difíciles: la adolescencia. Esa calma, paciencia y sumisión que mi hermana trasmitía, de ninguna de las maneras yo le enseñé a mi hermano.
Probablemente su fuerza de carácter sea mi culpa. Su modelo equivocado era yo. Su sueño ser el mejor. Su meta, casi inalcanzable. Su esfuerzo el máximo. Su dedicación: total. Su ídolo: Albert Einstein. Su ego: sin límites, su fórmula: E = m.c 2. Con él hice viajes fantásticos. En su sueño de emular a Von Braun él construyó un cohete casero. El uso de dinamita, la ley de la gravedad, viajes interplanetarios, y al final: ¡Bum! Debut y despedida con la inesperada pero lógica explosión de nuestra cocina y de algunos vidrios. ¡Qué clase de susto!, la consabida paliza, la corresponsalía de culpas, sin embargo, no lo vi desanimar, él siguió con sus ideas. Unos meses después vi como logró hacer que un cohete casero despegara a una altura considerable.
Mi hermano por la diferencia de edad, era como mi hijo. Con él aprendí a censurarme, a tratar de enderezarme, debí destacarme para ganar su afecto y el de sus amiguitos. Practicar, dominar, saber, para luego enseñar. Los que lo conocen saben de su elocuencia. Podría haber sido y llegado muy lejos como político. También como abogado, pienso que el derecho es su sueño frustrado. Es un ingeniero químico con dotes sobre la materia muy especiales. Posee un poder de convencimiento que sustenta en la vastedad de información que engulle de las más afamadas revistas sobre alimentos, productos químicos, alcohol, grasas, yuca, soya, maderas, muebles, electrónico, y paro de contar. En eso es insaciable.
Mi hermano Isaac a quien todo el mundo conoce como Kiki es el ser más inteligente que conozco. Si la reencarnación fuese un hecho posible diría que la de él es de Albert Einstein. Se puede uno con él llevar sorpresas inimaginables. La última de ellas fue mi encuentro con un ex--empleado de él. Tenían algunos años sin verse, ahora este hombre, era chofer de su propio taxi.
Para tratar de ayudarlo dándole trabajo, le pedí el número de su teléfono celular. El hombre comenzó a decirme los números y mi hermano extrañado lo paró en seco, ¿acaso cambiaste tu celular? A su respuesta inmediata de: no, Kiki, aunque tenía tiempo sin tratarlo, sin algún asomo de dudas, lo corrigió y dijo el número de memoria. Otra vez nos encontramos en un restaurante con alguien que sabía él lo conocía, no recordaba su nombre. Ni corto ni perezoso se acercó. Yo lo conozco, le increpó, el señor extrañado dijo no me parece. –Si dijo mi hermano- su teléfono es tal.
Estaba en lo cierto, el número era correcto. En ese momento el señor lo recordó. Kiki guarda en su memoria miles de números telefónicos, de mucha y muy variada gente de todas partes del mundo.
Es capaz de hacer un cálculo matemático muy aproximado en un tiempo increíble, a la velocidad de una computadora. Creo su mente funciona con un lenguaje binario. Siendo gerente de ventas y de proyectos de Alfa Laval, una enorme transnacional, le tocaba pasar informes sobre necesidades y cálculo de costos para la venta de plantas llave en mano. Los requerimientos eran casi infinitos, las posibles utilidades y o las variaciones sobre sus ofertas originales generaban casi otra tecnología. A veces sus clientes exigían cosas no pensadas hasta el momento. Respuestas y adaptaciones en maquinarias, equipos y sistemas con más dinamismo del supuesto. Pedir a Suecia un presupuesto sobre algo tan complicado metiendo todos los datos en la computadora central demoraba casi tres semanas. Si el cliente por x o z hacía presión por la necesidad inmediata de tener un cálculo aproximado de su posible costo y eventual disponibilidad o por el mismo acceso a su capacidad en cuanto a banca y línea de crédito. Mi hermano, el genio, guardando cierta reserva, daba su estimado. Era tan acertado a la realidad que de Suecia lo llamaron para averiguar el secreto que suponían él poseía. (Inteligencia) La gente que lo conoce le reconoce su carisma, inteligencia, sus dotes culinarias. Y su excentricidad ante la vida. Algunos piensan es un ególatra. Creo que a nada le para en la vida, él es como es y lo demás no le quita el sueño. Es extrovertido, en ello me gana. Habla, también me gana. Dicen: es un maestro, perdón un catedrático, no va por las ramas. Sus explicaciones son progresivas. Arrancan de cero y es allí donde terminan, en el momento que su interlocutor logra tener cero dudas del punto a tratar, no le molesta detenerse en algún punto álgido del tema y luego de saber que en efecto el mismo ya fue entendido. Sigue como si nada con su detalle desde el mismo punto o coma de su último diálogo.
El primer ahogado que pude salvar, fue mi hermano. Mi madre, lo había metido en la parte baja de una piscina. Sin que nadie se diera cuenta él se arrastró y al soltarse había tragado demasiada agua. Mi madre en un momento me preguntó por él, no lo vi, algo me hizo lanzarme a la piscina y en el fondo lo encontré. Fue un verdadero milagro. El susto que me dio aquél día, con este relato, hoy, lo he vuelto a revivir.
Discutir con Isaac es perder el tiempo y una parte de auto estima, el va sobre seguro. Uno cree: él sabe. Uno piensa: él conoce. Uno estima: él calcula. Uno a veces acierta: él da por hecho. Por ello con él como compañero y amigo uno tiene un buen maestro a tiempo completo.

Mi primer hijo

Los judíos sefardíes haciendo honor a nuestras costumbres solemos darle a nuestro primer hijo varón en señal de amor, respeto y agradecimiento el nombre de nuestro padre. Así llamamos al primero: David. Era una noche tranquila, de repente una explosión, un incendio. La estación de gasolina cercana a nuestro hogar era protagonista del mismo. Teníamos visita, subimos a la terraza como curiosos, nos espantamos de lo que pudiera suceder y en momentos, mi mujer dio muestras de sus primeros dolores de parto. A escasos metros una clínica, la ingresaron de ipsofacto, salí de regreso para mi casa a cien metros de distancia a recoger los artículos que con amor y ternura habíamos comprado para un momento como éste, y en menos de un suspiro, la mayor de nuestras sorpresas, el nacimiento de nuestro primer hijo.
David ha sido el primer nieto de la dinastía Akinín, también el primer nieto de un sobreviviente del Holocausto. Para ambas familias significa y significó mucho. Con él se generó un pacto de unión entre dos familias de diferentes orígenes uno serfadita (España) y el otro asquenazí (Polonia). Hubo de mi padre una demostración de desprendimiento que me llena de orgullo cada vez que recuerdo. El honor que le di para que él fuera padrino en la ceremonia, sin pensarlo dos veces lo cedió con sincera disposición a mi suegro. En ese momento yo no lo podía entender, hoy agradezco haber vivido esa experiencia. Desde muy pequeño David se aisló de lo convencional, él como niño superdotado, y como nieto mal criado hacia y decía cosas algo extrañas. Poseía una mezcla de actitudes que a veces lo hacían ver como reservado y otras como extrovertido.
Como bebé no recuerdo haberlo escuchado decir palabras simples y sueltas, de repente un día, cuando comenzó a hablar fue con frases y oraciones bien construidas. Creo que ese estilo lo mantiene. Sabe escuchar, calla, pareciera aislarse del grupo, cuando lo imaginamos desatento y ajeno a lo conversado, sorprende a todos con su opinión, consejo y conocimiento del tema.
Tenía él cuatro años cuando creí haberse ganado su primera paliza, antes de que me diera cuenta, me convenció para que me sentara, iba a razonar algo conmigo. Me hizo ver la diferencia de estatura entre él y yo, y lo injusto de una pelea tan desigual. No hubo tal castigo, con lógica ganó la discusión, misma técnica que sigue empleando con familiares y amigos.
Él es y ha sido siempre un artista. Como tal no hay un simple método o una tabla para poderlo catalogar, comparar, o criticar. Sé que en él siempre he visto no a una unidad, muchas veces veo como se logra desdoblar y sus otros yo aparecen en su lugar. En uno de sus personajes, el que mantiene cuando trabaja, existe un ente en busca de la excelencia. Sus patrones son rígidos, su tolerancia mínima, su capacidad: total. Es un ser de otro mundo en mundo por nacer. El otro que más se destaca es aquél que vive soñando un mundo mejor, un mundo utópico, sin pobreza, niños de la calle y sin dolor. Ese personaje es dúctil, tranquilo, sosegado, ermitaño, iluso, lunático, esclavo de virtudes teologales, dueño del futuro pues el hoy para él es su futuro de ayer.
Creo en su inteligencia genética, no lo he visto asido a la educación formal, sin embargo él está al tanto de lo que acontece. Reconoce y explica fenómenos paranormales con lujo de detalles, aprendió en casa el hipnotismo y me consta que con la practica ha llegado a dominar a ese intranquilo inconsciente con el que trabaja cómodamente, sus amigos a quienes él se entregó sin medidas ni miramientos, no le fueron fieles y por ello, creo perdieron la fuente de la fortuna y la luz.
Pocos seres humanos han llegado a alcanzar el éxito tan sonado y brillante, lo que quiso hacer lo hizo, dónde quiso llegar, lo logró; David es uno de los pocos jóvenes que ha experimentado tantos logros imponiendo su estilo, en un campo tan competitivo y a la vez, por causas ajenas a su voluntad, soportó pérdidas totales de sus logros, en muy corto tiempo sin haber desmayado. Lo han golpeado como se hace a una piñata y sigue erguido. Ha sin querer emulado a su abuelo al revivir sentimientos de pérdida, el uno en los campos el otro, en círculo de amigos.

Nathalie

Aprendí a temer a Dios, comencé a pedir, rogar, supe qué era rezar cuando Nathalie mi segunda hija vino al mundo. Esperando fuese un momento sublime, inolvidable y rápido, no supuse el dolor que significaba la espera. Cerca de doce horas de dolor y parto y la doctora no daba muestras de experiencia, cada hora enviaba el mismo mensaje, ya viene, en unos diez minutos más o menos. Al colmar mi paciencia contraté a otro partero. Era un problema de ética, el médico no quería herir susceptibilidades. Sólo la fuerza que genera la indefensión, la locura que engendra la paternidad, la irreflexión que cohabita con el miedo y los lazos de amistad forjados en los años, fueron la clave para que tomara cartas en el asunto. Cuando la vi por primera vez era una niña negrita, el sufrimiento del parto y la posible falta de oxigeno se veía reflejado en su rostro.
Pensamientos de rabia, odio y dolor colmaron mi mente que fueron desplazándose al ver las sonrisas en el rostro de mi hija.
Nathalie aprendió a hablar en fechas tempraneras. De alguna manera aún siendo menor que su hermano, siempre lo defendía. Ella desconocía lo que es el miedo. Nada la amedrentaba, sabía lo que quería y punto. Como padre con ella experimenté una educación diferente a la mía, jamás hubo palizas, solo castigos, y el mayor de ellos era el prohibirle ir al colegio. A ese su otro mundo, el lugar en el que sus amigas la adoraban y esperaban con deseos.
Teníamos una norma, un si y dos no, era a ella a quien le dejamos la posibilidad de respuesta. A una petición concedida, a un permiso, venían automáticamente dos no; ella estaba al tanto. Negociábamos con ello. También creo que modificamos un poco su modo de ser. Al comienzo si se le negaba algún permiso, ella se enconchaba en su cuarto, y sufría hacía adentro.
Al verla así, no la dejaba tranquila, la motivaba para que peleara por lo que ella consideraba justo.
Le decía que había obtenido un no, pero le hacía ver que su mamá también podía conceder permiso, y que ella debía luchar por lo que verdaderamente quisiese. Esto a corto plazo dio un buen resultado. Ya no aceptaba fácilmente los no. Nunca más ha permitido que la sometan.
Nada le ha sido dado de gratis. El ser segundo en cualquier cosa, es competitivo, el aprendizaje: forzado, los dolores son anexados y las frustraciones aparecen desnudas; lo no visto, lo omitido siempre hay quien se lo haga ver, lo destaque. La competencia no es justa, y además es más grande. También hay que ver las partes buenas, esta situación posee enormes ventajas el tener a quien emular, es todo más fácil, las cosas parecieran estar hechas y al tener un modelo parecieran ser como dadas.
No recuerdo haber visto ni disfrutado una sonrisa más sincera, amplia, lozana, inocente y cálida como la de Nathalie. Ella es la hija que todo padre quisiera tener, la demostración de una obra completa y bien realizada, la esperanza de una madre en ver que su vejez no será solitaria y mucho menos triste. Naty es la hermana mayor de sus amigas, y sabe hacer honor a ese titulo. Le encanta la música en especial la colombiana, las letras al sólo oírlas, las aprende y grava. Puede bailar, bailar y bailar. Cuando lo hace, se transporta, algo o alguien la inspira, su cuerpo adquiere una elasticidad muy marcada y en bailes difíciles la he visto lucirse como profesional. Tiene un alma especial para la música, posee bonita y melodiosa voz. Nathalie se desvive por la gente, en su ingenuidad da sin esperar nada a cambio. Sus labios están creados para querer, ella adora al conjunto, los niños: su delirio, los animales: su incansable compañía, ama a su familia en especial, a sus hermanos, como pocos.
Su mundo mágico, casi infantil, la ha ayudado a dejar de lado el dolor propio. Cuando se le apaga una luz, cierra los ojos, respira hondo, entra al baño, deja sus angustias y envestida de una amplia y contagiosa sonrisa, vuelve a renacer. Ella es un arquitecto creador, puede vivir en un mundo real y reducir su escala según su antojo. Es capaz de crear figuras en miniaturas con minúsculos detalles poseedores de una belleza especial. Puede pasar de un dolor a un momento festivo en segundos, se adapta, lo supera, esconde en lo más recóndito de su ser las penas y pocas veces las recuerda, no tiene capacidad de odio, envidia, venganza, nada espera a cambio, da sin medir y no mide lo que da. Las cosas en ella tienen únicamente un valor sentimental, es tal cual su madre, lo material es una dimensión para ellas desconocida. Se confunde cuando ve que alguien sufre. No lo soporta. En su caso no la he visto doblegarse ante nada ni nadie, es muda en lo referente a expresar su propio dolor. Locuaz como todos mis hijos, defensora incansable de los débiles, una belleza de cuerpo y alma que atrae los más variados sentires del mundo. Muchos la envidian, más somos los que la queremos, pocos la conocemos. En resumen sólo me cabe decir que es un verdadero y real amor de persona.

Nathalie

Menciono tu nombre me erizo
Te llamo con la mente te veo.
Ocurre porque tú siempre has sido
Lucero entre todos mis hijos
No es un titulo comprado,
Menos un decir impensado
Son méritos muy propios
Que en mí, te has ganado
Te vi sufrir, morí de dolor.
Te veo reír, mejor estoy yo,
Nadie como tú merece
La felicidad que te aparece
Sé un tiempo has sufrido
Lo que jamás hubiste merecido.
También por tu manera de ser
El engaño no lo pudiste ver
Pero hoy son cosas del pasado.
De uno que debe ser enterrado
Y como brota una flor, un capullo
Guardes tan sólo lo bueno tuyo
Los desechos son cual cenizas
El tiempo y el viento los llevan
Y lo único que a recordar queda
Es la invisible pasada sonrisa
Te vi volar como paloma herida
Que con una sola de sus alas
En la copa de un árbol asomada
Se lanzó sin medir en picada
Pocas las almas valientes
Tras recibir golpes silentes
Sin intención justificada
Calla su dolor, dice nada
Me hubiese gustado ser como tú
Poseedora de una descomunal fuerza
Que reencuentra el amor con ímpetu
Por tu sinceridad y gran nobleza
Por ello todo, de verdad, me asombro
Me asombro, sí, pero más te admiro
Pues tú eres mi algo divino
Y enorgullezco cada vez que te nombro

Debbiepearl

Los judíos somos ciudadanos del mundo, por siglos hemos sido desterrados; incomprensión, racismo, fanatismo, luchas religiosas, pretender quitar protagonismo, originalidad y fuerza a la religión, estas y otras tantas causas han sido desde hace milenios una amenaza constante para mi pueblo. Al reconstruir nuestro árbol genealógico, de manera automática llegamos con mi familia a una clara demostración de lo que esto significa. Por parte paterna somos descendientes de aquél sobresaliente de Córdoba: Yehuda Ibn Akinín, alumno y amigo predilecto de Maimónides. Mi abuelo venía del Rif. Mi padre nació y luchó por España devolviendo el origen a nuestras raíces en el Sefarad. El lado materno tiene origen francés, y antes venían de Marruecos.
Nací en España, me casé con una judía mexicana hija de polaco y nieta de un gringo casado con una india mexicana, y así, Debbiepearl, al igual que mi padre retorna a sus raíces ancestrales maternas, a Estados Unidos. Como ven, somos un pueblo errante y reincidente.
Año de 1982, mes de julio, vacaciones en la ciudad de Miami, un malestar: parto prematuro. Se dice todo de manera sencilla, la realidad fue otra. Una llamada de alerta, un miedo atemorizante, una duda insufrible, un dolor inexplicable. Un qué hacer sin saber, sin poder. La distancia miles de kilómetros, el tiempo no ayudaba, la hora no permitía tomar un vuelo directo. Vía lo que fuera esa noche salí de Caracas y sin recordar cómo a media noche logré ver a mi esposa en la sala de terapia intensiva del Hospital Monte Sinaí. Estaba según me dijo bien, con mucho miedo, sola; supongo se creyó abandonada. En sus labios afloró su acostumbrada sonrisa y de allí en adelante cambió su actitud. El parto era prematuro, de altísimo riesgo. Según el médico me dijo a la mañana siguiente, trataría de cuidar y proteger a la madre, de la criatura no daba garantías.
Esa mañana comencé inquieto, dudoso, con mucho miedo, hablé con relacionados, amigos, con diferentes médicos. Hice investigaciones para decidir a qué hospital debía llevar a mi esposa. En ese punto, un médico me informó de dos grandes centros para neonatos, uno se encontraba en el oeste y según él, el otro en Florida, en la ciudad de Miami, específicamente el Monte Sinaí, o sea que mi hija estaba a buen puerto en uno de los dos mejores y especializados lugares sobre neonatos de los Estados Unidos. Cuando me recomendó al mejor de los doctores por cierto un médico colombiano, descubrí que habíamos sido guiados por una mano especial, era ése mismo el que nos estaba atendiendo.
El tratamiento: reposo absoluto, inyecciones a cada hora, control de enfermeras y médicos todo el día, el miedo inyectado corría sin control por nuestras venas. El espacio enorme: decenas de pasillos y pasillos, un olor acre a hospital, un miedo irreflexivo por lo frío y tenebroso del lugar con una descriptiva irrepetible por el cúmulo de emociones. Me detengo en este punto, para no confundir la realidad. Había que mantener a la criatura en el vientre materno; caso de tener suerte, cada día representaría a la larga una semana de menos en la incubadora. Una madrugada el médico dijo: Samuel, ya es hora, no la podemos seguir manteniendo, no quiero tomar riesgos, voy a hacer cesárea. Como de costumbre pregunté, pregunté y pregunté, no hubo la respuesta que esperaba, sólo: Lo que Dios mande.
A la pregunta de Anita como está mi bebé no encontraba respuesta, no podía fingir, en ese momento no era yo, de nada sirvió experiencia, conocimiento o sabiduría. Esa fue una de las pocas veces que me he sentido tan solo, con esa soledad que demuestra los errores humanos.
Ese momento de yuxtaposición, que da como resultado: nada. Ahí aprendí que la gente cercana y hasta la familia a veces está dispuesta a compartir alegrías, fiestas, honores, regalos, cosas.
Cuando se trata de dolores, miedos, traumas, o mismo ser acompañante de un ser querido en situaciones que entran en lo desconocido. Son pocos por no decir ninguno los que cuando se necesitan están. Menos mal que el tiempo sirve de ayuda, la capacidad de archivo es limitado, nuestra memoria es selectiva, y para no revivir episodios dantescos, dolorosos o incomprensibles, simplemente estos son desechados y dejados al margen de la amistad y de los lazos de familia.
Supongo, ahora cuando pienso en la distancia que otorga otro clima: un frío menos humano, creían la criatura no se daría. Pero de cualquier manera seguí en ese enorme insensible y rígido hospital, con todos mis miedos acurrucado en mis plegarias, acobardado y solo, muy solo.
Serían las cinco de la madrugada cuando el partero se asomó, era un hombre de casi dos metros de altura de piel negra, en vez de médico, parecía basquebolista, lo que llaman afro americano, con manos gigantescas mostraba su lado interior de un color rosado contrastante con lo demás, me miró, cruzamos una mirada con dos sensaciones distintas, la una de temor, dudas, la otra de placer, gracia. En su mano derecha traía a mi hijita, ella era nada, pero estaba viva. Me dijo que la madre se encontraba bien, que la niña era del todo normal, y que seguirían evaluándola más tarde. Suspiré, respiré, lloré, reí. Un ahogo en la garganta sentí por primera vez y éste se ha venido repitiendo algunas veces como para hacerme recordar fui complacido.
Con mi hija Debbie, aprendí la profesión de enfermero y padre. Su cuerpecito era tan débil y frágil, desde el primer instante que la vimos en la incubadora con tantos tubos y cables pegados a su cuerpo, me di cuenta ella requería mucha más atención que los demás. Concienticé y supe de inmediato cuanto la quería. Reconozco que antes vivía para otras cosas: las materiales, con ella todo fue diferente, ese apego a la vida, esa debilidad física, ese temor al mañana, a lo que le pudiese suceder, esa incógnita al destino, me hizo cambiar. Al menos con ella. Debbie ha sido y es los ojos de papá, mis otros hijos, a los que adoro y me siento más que orgulloso, aunque con una lejana y marcada diferencia de edad siempre han sentido celos. No comprenden que los errores que cometí han servido, en los casos que he podido notar, de lección para efectuar con ellos alguna corrección.
Ella desde todo punto de vista es un ser especial, sabe lo que quiere y cómo conseguirlo, sabe lo que el otro piensa y cómo complacerlo, sabe lo que sabe y con todos lo comparte, ella es líder de grupos, amiga de sus amigas y tiene siempre una expresión dulce y simpática para repartir. Ríe de igual manera que lo hace un bebé: ingenuamente. Argumenta sin dejar cabos sueltos; aparece a primeras luces como alguien cerrada, exclusiva, ajena, lejana. Se da de lleno con los suyos y suyos son todos los seres que conoce.
Cuando se mudó a la ciudad de Miami, en la que nació, se llevó a su perro Princhy, ahora vive en un apartamento que compramos hace ya unos años; su sorpresa fue que al descubrir los vecinos que tenía un perro, la junta de condominio le envió una notificación informándole que en los estatutos no daban cabida a perros, ella estaba infringiendo una ley. Desde ese momento, ocultó al perro, ya no lo sacaba, pero la citación tenía fecha. Debo acotarles que su perro es casi de su misma sangre, todos mis hijos sienten igual por estos animales.
El día de la citación llegó, Debbie no nos lo había informado, asistió sola, se acompañó de una carta escrita por ella, y acompañada de una esperanza se presentó ante los directivos. Estos le dieron la oportunidad de hablar. Según me contaron fue algo así: Señores, quiero sepan soy ciudadana americana, nací en esta misma ciudad. Mis padres siendo yo pequeña me llevaron a vivir a otro país: Venezuela, ese era mi país, durante todos estos veinte años de mi vida me sentí bien en él. La situación política ha empeorado y disminuido nuestra seguridad y estilo de vida. La embajada americana establecida en Venezuela como medida de protección a sus ciudadanos cuando ven o sienten algún tipo de peligro, nos llaman y nos ponen a la orden cualquier tipo de ayuda, en estos últimos meses las llamadas de alerta fueron tantas que mis padre no quisieron tomara riesgos. Sin más me vine a ésta, mi ciudad, mi casa.
Lo hice con tristeza, abandoné mis estudios, a mis padres, mis amigos, y ni mi propia familia me pudo acompañar. Lo único que tengo y que es, ha sido y será mi compañera, es mi perrita Princhy; no pretendan por favor quitármela, prefiero regresar y esperar los acontecimientos.
A este punto, el director le repitió que en Estados Unidos la Ley, no deja margen, a veces pueda que haga hasta daño. Debbie se tomó unos segundos y me cuenta que dijo: nosotros somos judíos, todos los viernes en la noche, cuando mi papá retorna de la sinagoga nos explica el contenido de la Toráh. Una vez nos dijo que cuando se va a hacer el Guifen (brindis o rezo por el vino) en la copa se debe verter vino y dejar un espacio para echar agua. El significado de esto, es que vino en hebreo es igual a Justicia y agua a Misericordia. Se hace esta mezcla, para que los que tengan alguna vez que juzgarnos, lo hagan con misericordia ya que la justicia sola, carece de sentimientos.
Indiscutiblemente que Debbie habla y se defiende mejor que yo. Supongo que además de su carta, sus lágrimas, su verdad, y el amor tan profundo que mostró hacia su perrita Princhy, lograron llegar al corazón de esa gente. Le aceptaron su mascota, la felicitaron por su defensa y dijeron que ningún abogado en su papel, lo podría haber hecho mejor.
Esa es Debbie, pelea por lo que cree justo, tiene un sentido de la vida muy especial. Su trato es increíble, pareciera se dejara dominar por amigos y la gente, no, con su sonrisa de yo no fui, su dulce y acaramelada voz, junto con su poder analítico, sabe cómo, cuándo y porq




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