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Biografia de Rafael Blanco Caro

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HistoriaRafael Blanco Caro (1900-0000) Historia
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Rafael Blanco Caro nació en Córdoba el 10 de octubre de 1900. Sus padres, Marcos Rafael Blanco Belmonte (famoso escritor y poeta cordobés) y Concepción Caro de León, también nacidos en Córdoba, residían por entonces en Madrid, pero quisieron que el primogénito (después tuvieron tres hijas y dos hijos más) fuera cordobés, y ella fue a dar a luz en casa de sus padres.

Rafael fue alumno fundador del Colegio de Areneros (Jesuitas) en Madrid. Allí cursó los estudios de bachillerato con notoria brillantez, y fue también socio fundador de la "Tertulia Literaria" organizada por el P. Gómez Bravo.

Estudió Filosofía y Letras en la Universidad de la calle San Bernardo de Madrid, con profesores tales como Albornoz, García Morente, Ovejero, Besteiro, Cejador y Gómez Moreno. En arqueología tuvo de profesores a Vives y Mélida. Ambos ilustres catedráticos lo consideraron siempre como un alumno distinguido y como amigo personal hasta su fallecimiento.

Con Mélida participó un cursillo de verano y en excavaciones en Mérida. Fue entonces cuando, como autodidacta, empezó a especializarse en egiptología. Obtuvo becas para estudiar la vida del antiguo Egipto en las figuras de madera de los museos de Europa.

El complemento de estos trabajos, hubiera debido ser una beca para trabajar en arqueología egipcia en El Cairo, pero no pudo conseguirla a causa de un cambio de gobierno.

Su facilidad para hacer amistades duraderas, le valió el consejo y ayuda de destacados profesores en todos los países donde estudió y trabajó.

Uno de los auténticos maestros, E.A. Wallis Budge, Conservador de las antigüedades egipcias y asirias del Museo Británico, le asesoró en el primer trabajo que publicó en 1924 con el título de "Un recuerdo del último Faraón en el Museo del Prado": estudio de una estatua faraónica que hasta entonces figuraba como "no catalogada", incluyendo la traducción y explicación de las inscripciones jeroglíficas.

Simultáneamente con los estudios, hizo el servicio militar, que cumplió como alférez provisional de complemento en Lanceros de la Reina y en Húsares de la Princesa.

Visto que no podía por entonces lograr sus aspiraciones en el campo de la arqueología, se dedicó a la literatura. obtuvo cátedras de Lengua y Literatura en los institutos de Manresa, Zafra y Tarancón, para pasar finalmente a Madrid al instituto Lope de Vega, donde trabajó hasta su jubilación y donde fue también encargado de Estudios y Secretariado. En estos años fue colaborador de la revista Blanco y Negro.

Durante la guerra contrajo matrimonio con María Martínez Fernández, compañera de estudios en Filosofía y letras, licenciada después y catedrática de Lengua Francesa en el Instituto Lope de Vega (Madrid), del que fue Directora.

Cuando ya terminada la guerra civil, vió alguna ocasión de reanudar sus trabajos arqueológicos, realizó un cursillo de etruscología en la Universidad Internacional de Perugia e intervino con el Dr. Martín Almagro en las excavaciones de Ampurias y con Maluquer en Navarra.

Más adelante le concedieron becas de estudio y participación en Bélgica, Francia e Inglaterra y quizás lo más importante para su formación egiptológica, fue estudiar y trabajar por espacio de nueve meses a las órdenes del Dr. Ahmed Fakhry (1905-1973), Catedrático de Arqueología Egipcia en El Cairo.

Al iniciarse en Egipto la construcción de la presa de Assuan, que implicaba la inundación de amplias zonas en Sudán y Egipto, de enorme interés artístico para el mundo entero, se organizaron campañas mundiales para la salvación de los tesoros de Nubia, el profesor Rafael Blanco, ya conocido como egiptólogo dentro y fuera de España, fue designado para ocupar el puesto de Jefe de campo en las excavaciones en pleno desierto del Sudán, durante la primera campaña. Dado el éxito de la misión española, participó en campañas posteriores en Egipto, con notables resultados.

También recibió felicitaciones de los Inspectores Delegados de las Naciones Unidas, por la forma humanitaria y cordial de su trato con los obreros especializados en la excavaciones y por la organización de sus campamento. La Comisión Arqueológica Egipcia quedó muy satisfecha y su labor fue muy importante a la hora de negociar la compensación por los trabajos realizados, obteniendo por parte del gobierno egipcio el Templo de Debod, que había despertado un gran interés entre el resto de misiones extranjeras.

El profesor Blanco Caro padecía una afección cardiaca, complicada con un parkinson que le ocasionó la muerte, el día 3 de abril de 1979.

Es digno de mención su legado a la Real Academia de Córdoba, de la que era académico desde 1924, formado por más de quinientos libros de arqueología en distintos idiomas, más de treinta estatuillas, inscripciones jeroglíficas, entre ellas una piedra incisa, un papiro, y otras piezas arqueológicas, tales como un casco o unas figurillas de barro.




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