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Biografia de Manuel Tovar Siles

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ArteManuel Tovar Siles (1875-0000) Arte
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Nació en Granada el 10 de agosto de 1875, en la casa número siete de la Plaza Mariana Pineda, hijo de pequeños burgueses. Su padre procedía de las tierras resecas del Levante almeriense, falleciendo muy joven, cuando su hijo contaba siete años.

Comenzó sus estudios en el colegio de los Escolapios de Granada, donde también cursó el bachillerato. A los quince años iluminaba postales, litografías y caricaturas, recortadas en madera, de los políticos de la época, que su amigo Ramón Peña, que llegaría a ser un gran actor, a pesar de ser un niño, se daba buena maña para venderlas en una tienda de Zacatín.

Una vez finalizados sus estudios, sintiendo la llamada de la aventura, decide trasladarse a Valencia, ya que había oído hablar sobre esta ciudad, que era tierra de arte y artistas. Los primeros días fueron duros hasta que encontró trabajo en una fábrica de abanicos y sombrillas, cuya industria estaba en pleno apogeo en aquella época. El joven Tovar trabajaba a destajo, sin descanso tanto en la fábrica como en la habitación de estudiante.

Un día Tovar se presenta a Blasco Ibáñez, que publicaba semanalmente “La Bandera federal”, tímidamente expone sus pretensiones. El puede dar al periódico muy buenas caricaturas. Como es republicano convencido, además de dar sus dibujos está dispuesto a tomar parte en las manifestaciones, Blasco Ibáñez y sus amigos comentaban, “este andalús té chispa”. Como las caricaturas tienen éxito, le da dos pesetas por dibujo. Tanta ventura no la había soñado Tovar. Aquello de dibujar en “La Bandera” era la gloria, no pintar abanicos y sombrillas.

Con la simpatía y el reconocimiento a su ingenio de los federales valencianos y su trabajo sin descanso, Tovar logra reunir unos cuarenta duros y salta a Barcelona y allí dibuja solo para periódicos. Dibuja en “La Campana de Gracia”, “El Gato Negro”, “La Tomasa” y “La Esquella”. Caricaturas intencionadas y cáusticas.

Vuelve a Granada, los deberes militares reclaman su presencia, incorporándose al regimiento de Infantería de Córdoba, número 10. Allí sus caricaturas y chistes cuarteleros son muy celebrados en la guarnición. Una vez finalizado el servicio militar, vuelve a Barcelona, donde pinta lienzos de paisajes y escenas granadinas.
Posteriormente se traslada a Madrid, llegando sin más que lo puesto y un paquete con algunos periódicos con dibujos suyos, cuatro libros y una muda. Otra vez a comenzar. La suerte le depara trabajo en una casa de sombrillas y abanicos de la calle Arenal, propiedad de un señor apellidado Serra. Tiene el sueño de publicar sus dibujos en los periódicos. Por fin, publica una viñeta en el “Blanco y Negro”, aquel “Blanco y Negro” de Cilla y del bisturí ligero tirado por dos mariposas adornadas con lazos, en la portada.
¡Cinco pesetas! También publica en “Nuevo Mundo”. Dos pesetas por dibujo. La vida en Madrid es magnífica.

Tovar ilustra las páginas de “Don Quijote”. Una doble página semanal, que firma con el seudónimo de “Don Hermógenes”. Sus caricaturas políticas y personales de esta época quedarán en la historia de la caricatura española.
En “ La Correspondencia de España”, todos los días el público busca el dibujo intencionado de Tovar. Sale “España Nueva”. El joven Tovar tiene ya un prestigio y es un terrible enemigo para los políticos.

Toca su fin el año 1907. Juan de la Cierva ocupa la cartera de Gobernación. Tovar lanza una de sus caricaturas de más éxito. Presenta al ministro murciano con unos pantalones a cuadros. La caricatura es como un dardo envenenado de ridículo y da en el blanco. El señor de la Cierva, conocedor de la gran carcajada con que ha sido acogida, se indigna. Al llegar el corro de periodistas a su despacho del Ministerio, pregunta en vivos tonos al redactor de “España Nueva” quien realizó la caricatura, ante la respuesta que fue Tovar, le dijo “pues dígale que en mi vida he usado pantalones a cuadros. Le invito para que se convenza a que venga mañana casa a tomar café. De paso verá mi guardarropa”. Tovar no aceptó la invitación y el señor de la Cierva, desde entonces, sigue siendo el político de los pantalones a cuadros, que no llevó nunca, más que en las caricaturas de Tovar.

Trabaja Tovar además en “El Imparcial”, “El Gráfico”, “La Mañana”, “Heraldo de Madrid”, “El Socialista”, “Gedeón”, “El Cuento Semanal”, “Blanco y Negro”, “Nuevo Mundo” y “La Esfera”. Su fama llega a América, cuyas más importantes publicaciones reproducen los trabajos del gran caricaturista. Tovar viaja por el extranjero y vuelve a España remozado por las visiones de otros países.

Durante la I Guerra Mundial, en el año 1915, determinada embajada de un país beligerante, envió a Tovar emisarios para que le propusieran el encargo de unos trabajos que habían de consistir en una serie de caricaturas, con destino a la propaganda en favor de los entonces imperios centrales. Tovar rechazó el ofrecimiento indignado.

Tovar por este tiempo gozaba de una popularidad extraordinaria, que se acrecentó poco después al salir “La Voz”, en el mes de julio de 1920, periódico en cuyas páginas durante quince años publicó una caricatura diaria, nota viva y humorística en la que convergían los ojos de los lectores al revisar el gran periódico de la tarde.
En marzo de 1933, Tovar comentaba días antes de celebrarse el homenaje que la Unión de Dibujantes Españoles le rindió: “He publicado hasta el día de hoy más de treinta mil dibujos”.

Alardo Prats le preguntó que observaciones había recogido del público con respecto a su labor:
“Son muy extrañas las reacciones del público ante la obra de un caricaturista. Cuando publicaba yo caricaturas en “España Nueva”, había gente que al conocerme personalmente me decía: “Yo creía que llevaba usted unas barbas así de largas”. ¿Por qué?” “¡Cómo hace una caricaturas tan intencionadas, republicanotas y radicales!”. Otros, por el contrario exclamaban: “Creí que era usted un jovencito. ¡Cómo hace usted esas cosas tan ligeras y tan frescas!”. Algunos políticos habían llegado a temerme y también los literatos y escritores, y no digamos las actrices y las gentes del teatro, y eso que yo soy un caricaturista de los que podríamos encuadrar dentro del término de muy benignos. Las caricaturas políticas me han proporcionado muchos disgustos. En ocasiones sobre mi cabeza pesaban siete procesos. Esto era antipático y triste.”
A modo de ejemplo, en el diario El Norte de Castilla se publicó el día 11 de mayo de 1908 la siguiente noticia: «el popular dibujante Manuel Tovar ha sido condenado a tres años, seis meses y 21 días de destierro a 25 kilómetros de la corte, y 250 pesetas de multa» por hacer una «caricatura contra el alto clero», condena que no se materializó.

Anécdotas no podían faltar a un personaje tan popular y querido en Madrid. En las corridas de toros, Tovar ocupó durante muchos años la contrabarrera del dos en la plaza vieja, donde habitualmente presenciaban esta incomparable fiesta los críticos taurinos, artistas y demás aficionados de solera. Siempre que Tovar estaba en el tendido se producía un griterío de saludos y frases afectuosas para el popular caricaturista. Y sucedía, frecuentemente, que cuando del toril salía un toro defectuoso de patas, mucho espectadores amigos del tendido exclamaban apremiantes: ¡Tovar, este toro cojea!... ¡Manolo, qué haces que no das las señal!... y si Tovar estaba conforme con esta apreciación se ponía en pie y previo acuerdo con sus amigos y vecinos de localidad (Honorio Riesgo, Mariano Benlliure, "Corinto y Oro", "Rafael", Fernando Gillis, José L. Mayral, Alberto Insúa, el maestro Lasalle...) hacía un movimiento afirmativo con la cabeza, que era la señal para que miles de estentóreas voces pidiesen al Presidente la devolución del toro a los corrales, que inapelablemente era concedido por la algarabía demostrada a viva voz.

Otra prueba de simpatía que tenía en todos los ámbitos de Madrid, se producía cuando caminaba por las calles céntricas de Madrid, era frecuente que invirtiera una hora o más tiempo en recorrer trescientos metros. Precisamente en ese tramo de la calle Alcalá, comprendido entre el Círculo de Bellas Artes y la calle Sevilla. Era un continuo y simultáneo oír las múltiples llamadas de amigos y admiradores que se encontraban en las terrazas del Círculo y de los cafés "Granja El Henar", "Negresco", "Maison Dorée" y "Lyon D'Or"

En cierta ocasión, Tovar tuvo que esconderse de la Pardo Bazán en el saloncillo del teatro Lara, quien esgrimiendo su sombrilla, quiso "castigar" al dibujante. La Condesa, gran escritora gallega, quedó indignada al ver su retrato humorístico en la portada de "El Cuento Semanal" (ejemplar de fecha 15 de febrero de 1907), por la publicación de su novela "Cada uno ..." En color, se aprecia su perfil, en un anfiteatro, su enorme estómago, su generoso pecho que se juntaba a la papada y prominente barbilla. Tardó tiempo en perdonar al caricaturista.

En sus cuarenta y dos años de caricaturista publicó mas de cuarenta mil dibujos. Tenía una personalidad excepcional, gran ingenio y amenidad, con una simpatía exuberante y una óptima bondad.

El 10 de abril de 1935, súbitamente, la muerte vino a sorprenderle en su casa de Chamartín de la Rosa. Se había levantado, como de costumbre, a las ocho de la mañana. Cuidó su huerto. Leyó después los periódicos de la mañana, dibujó la caricatura de “La Voz” y volvió a su trabajo en el jardín. Desde hacía algún tiempo le aquejaba una grave afección estomacal. No podía comer lo que quería y de ello se lamentaba amargamente, porque Tovar era hombre de buen apetito y de gusto para comer. Después del almuerzo, pidió a su hija Conchita que le trajese el café. Repentinamente, sin pronunciar una palabra, Tovar murió en brazos de su hija y de su esposa. No había cumplido los sesenta años.

Está considerado como uno de los mejores caricaturistas españoles. De él escribieron Blasco Ibáñez, Pío Baroja, Mihura, Pérez Galdós. y todos elogiaban su inteligencia y su arte.




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