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Biografia de Gladys Marín Millie

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Economía y PolíticaGladys Marín Millie (1941-2005) Economía y Política
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GLADYS MARÍN MILLIE
(1941-2005)

Gladys Marín nació en Julio de 1941 en la ciudad de Curepto, al Sur de Chile. Es la tercera de cuatro hijas del matrimonio entre Heraclio Marín y Adriana Millie. . La presidenta del PC falleció víctima de un cáncer detectado en septiembre de 2003 - después de casi dos años de luchar por su vida - en Marzo de 2005, en su hogar en la Comuna de La Florida, en Santiago de Chile

LAS PARADOJAS DE UNA FIGURA POLÍTICA.
La líder del PC no logró traducir su innegable carisma en adhesión política, quizás porque sus posturas parecieron intransigentes y poco en línea con los cambios de la sociedad chilena.
La fallecida presidenta del Partido Comunista fue una figura connotada del escenario político nacional, a pesar de liderar una colectividad de escaso arrastre electoral y sin representación parlamentaria. Esto prueba que hay tipos de influencia que no se miden en votos o en escaños. En efecto, no es preciso comulgar con los postulados que sostuvo a lo largo de 46 años de actividad pública para reconocer que Gladys Marín (como lo demuestran las expresiones de condolencia de todos los sectores) concitó un respeto que pocos políticos alcanzan.
Quizás la percepción generalizada de que la líder comunista decía y hacía lo que pensaba estuviera en la base de ese respeto, tanto como el hecho de que su interés por la cosa pública nunca apareció motivado por apetitos mezquinos. Aunque ciertamente luchó con éxito por obtener y mantener altas cuotas de poder dentro del PC, no pareció impulsada por la ambición, a pesar de lo cual imprimió un sello marcadamente personalista a su actividad política y a su gestión como dirigente (al punto de que hoy muchos identifican a su partido con ella). Quizás también fuera porque su vida privada -sencilla y sin pretensiones arribistas- pareció ser consecuente con su discurso público de preocupación por las demandas sociales insatisfechas del país.
Las indudables cualidades personales de Marín (de lo cual su entereza para enfrentar su enfermedad fue otra demostración) no deben, sin embargo, distraer del intento de dar una mirada objetiva sobre una figura política cuyas decisiones tuvieron efectos en la historia nacional. Esa, por lo demás, es una evaluación que corresponde hacer sobre toda personalidad pública de influencia.
Aunque fue diputada en 1969 y 1973, su verdadero impacto político comenzó a sentirse a partir de 1980, cuando tras un complejo y clandestino proceso fue clave para que se impusiera en su partido la tesis de combatir al régimen militar "con todas las armas de lucha", lo que incluía la vía armada. Esa línea de acción representó un giro radical en la postura del PC -el socialismo legitimó la violencia política desde 1967- y marcó la historia de esa tienda desde entonces, aislándola de las fuerzas que buscaban el acuerdo político con el gobierno y que finalmente condujo al retorno de la democracia. También es posible argumentar que la violencia desatada desde la izquierda, como expresión de esa estrategia, dio al régimen militar excusas para continuar e intensificar lo que ya era -como hoy se sabe- una inaceptable política institucional de violaciones a los DDHH, de la cual su esposo, hasta hoy desaparecido, fue una de las víctimas.
Marín nunca reconoció ese error político que terminó empujando a su partido a las márgenes del escenario nacional y hacia un rol de espectador en los profundos procesos de cambio que vivió el país durante la transición. Tampoco pareció dimensionar la inmensa transformación que implicó el derrumbe de la Unión Soviética y sus satélites, con lo que ello implicaba en términos de cuestionamiento de gran parte del ideario y las teorías comunistas. "Soy comunista y revolucionaria", dijo. Fue esa misma obcecación la que le impidió ver en las prácticas represivas del régimen castrista la misma política indefendible de violar los DD.HH. que ella había combatido en Chile. Eso dio argumentos a quienes dudaron de sus convicciones democráticas y cuestionaron su consecuencia de patrocinar la primera querella en contra del ex jefe del gobierno militar chileno, al tiempo que defendía al presidente cubano.
Quizás eso explique el que la líder del PC, a pesar de su innegable carisma y compromiso social, no lograra generar adhesiones políticas más allá de un núcleo estrecho de partidarios. Los ciudadanos, tal vez, la sintieron anclada en posturas intransigentes que no se hacían cargo de los grandes cambios en la sociedad chilena. Que no obstante eso concitara respeto y admiración, incluso entre sus detractores, da cuenta de un liderazgo excepcional.

LA DIRIGENTA POLÍTICA QUE ESTUVO 46 AÑOS A LA CABEZA DEL PARTIDO C OMUNISTA DE CHILE.
La vida de la histórica dirigenta estuvo dedicada a la causa del partido. Gladys Marín -una de las protagonistas de la escena política de las últimas tres décadas- vivió, se casó, luchó y murió dentro y desde el PC.
A nadie puede extrañar que los restos de Gladys Marín, la presidenta del PC que murió ayer víctima del cáncer, hayan recibido como primer tributo el canto de un centenar de militantes comunistas que la despidieron entonando el himno de la Internacional, frente a la sede central del partido al que le dedicó 46 años de su vida. Porque, pese a que su deceso provocó pesar en diversos sectores y a que Marín terminó despertando simpatías transversales, su trayectoria estuvo marcada por la entrega total a la causa del Partido Comunista. Un PC que era un actor clave en la política chilena cuando Marín ingresó a él en 1958 y que hoy ocupa un lugar secundario como producto -en buena medida- de las opciones de quien fuera su líder desde el retorno de la democracia y una pieza central en la militarización de la lucha contra el régimen de Augusto Pinochet.
La adhesión al Partido Comunista se manifestó desde temprano y duró hasta el final. Ya al egresar de la Escuela Normal, Gladys Marín se sentía comunista. Sacó carné del partido en 1958. Hizo carrera: diputada en 1965 (a los 23 años), miembro del comité central y de la comisión política, secretaria general de las JJCC, secretaria general y presidenta del partido.
Marín vivió, se casó, luchó y murió dentro y desde el PC. En un local del Frente de Acción Popular conoció en 1959 al ingeniero comunista Jorge Muñoz. Los unieron el idealismo y el amor a la causa. "Éramos dos entre miles de jóvenes, estudiantes y obreros que estaban dispuestos a hacer realidad sus sueños de justicia y pan para todos", escribió Marín en sus memorias, publicadas en 2002. Se casaron al año siguiente. Dedicados militantes ambos, entregaban sus ingresos al partido y éste, a su vez, les pagaba un sueldo. Desde entonces, Marín nunca dejó de ser una comunista profesional.
Ni siquiera cuando las cosas se pusieron muy difíciles después del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973. Ese día conversó por última vez con su marido, fue a dejar a sus dos niños a la casa de sus abuelos y -como la militante disciplinada que siempre fue- partió hacia la sede del partido. Pensaba que había que enfrentar a la Junta y llamó a resistir a través de la radio Magallanes. Pero Marín -que se definía a sí misma como "allendista por nacimiento a la vida política" y que siempre sostuvo que "el gobierno de la Unidad Popular fue el más democrático que ha tenido Chile"- debió resignarse a aceptar la orden del partido de asilarse en la embajada de Holanda. En julio de 1974 partió al exilio a Moscú. En Chile quedaba su familia.
Exilio y retorno clandestino.
Se iniciaban tiempos duros. Dos directivas completas del PC fueron eliminadas por los servicios de seguridad. En una de esas operaciones (1976) cayó Jorge Muñoz. Marín se enteró en Costa Rica. Andaba en misión oficial: había sido enviada por el partido para denunciar al gobierno chileno ante el Congreso de ese país. Pese a que por años mantuvo una línea de no violencia y la idea de formar un "frente antifascista" con la DC, en septiembre de 1980 el Partido Comunista dio un histórico "giro táctico", decidió acudir a "todas las formas de combate" e iniciar la "rebelión popular". Era el comienzo de la lucha armada contra el gobierno de Pinochet. Pronto esta política desembocaría en la creación del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, cuya primera acción armada pública se produjo en diciembre de 1983. Gladys Marín tuvo un rol central en este período.
Pese a que la opción violenta significó que el PC se marginara de buena parte de la oposición a Pinochet, la dirigenta nunca mostró en público señal alguna de duda. "¡Qué bueno que tuve un papel en eso!", diría en 2003. "Teníamos que enfrentar a la dictadura y necesitábamos una política de rebelarnos y demostrar que la dictadura iba a ser derrocada. Y eso se llamó política de rebelión popular, a la cual creo haber contribuido, y mucho". No estaba presumiendo. Marín jugó un rol clave en persuadir a los líderes en el exilio de que había que dar la lucha armada. Al retornar a Chile en 1978 -con rellenos en los pechos y las caderas para parecer más gorda y no ser reconocida- se había convencido de que en el exilio existía una imagen equivocada de la situación interna. Y empujó con fuerza para que se adoptara la vía armada. Ganó. Pero la decisión de militarizar la lucha contra el régimen militar no dio buenos resultados. En 1986, el PC hablaba del "año decisivo" para sacar a Pinochet del poder. El FPMR internó armas y trató de matar al gobernante. El fracaso fue rotundo. No sólo eso: además terminó por distanciar definitivamente al partido de la oposición democrática, que no quería contaminarse con la opción de los comunistas. Y más aún: con sus acciones armadas, el PC le entregó oxígeno a un Pinochet muy agobiado por las protestas. La clase media, espantada por la violencia, prefirió esperar los plazos constitucionales y no entrar en aventuras. La rebelión popular concluyó siendo un tiro por la culata.

LOS DIFÍCILES AÑOS 90
Pese a que Gladys Marín pudo reencontrarse con sus hijos en 1987 -no los había visto desde 1973-, a que el plebiscito de 1988 le puso la lápida al gobierno militar, y a que Marín pudo salir oficialmente de la clandestinidad en 1990, el frente político comenzó a nublarse. La caída del Muro de Berlín en 1989 y la desaparición de la URSS en 1991 fueron golpes devastadores. En todo caso, ella y el PC se mantuvieron impávidos. "A mí no se me derrumbó nada. Las ideas todavía existen", dijo. En 1994, Volodia Teitelboim dejó la política por la literatura. Su puesto en la secretaría general lo ocupó Gladys Marín. Aunque ya ejercía desde hace años un poder casi total gracias a que controlaba el aparato del partido, ahora también llegaba al cargo más importante. Lo ejercería con mano firme y criticando a los gobiernos de la Concertación por "no hacer otra cosa que administrar el modelo político, económico y social impuesto por la dictadura".
Tampoco aceptaría disidencias internas, "porque se constituyen en fracción y atentan contra la unidad del partido". Muchos habían abandonado el PC, desencantados con las ideas comunistas y con la incapacidad del conglomerado para buscar una renovación doctrinaria. No obtendrían esta última tampoco con Marín. Ella seguía siendo "comunista y revolucionaria", convencida de que "otro mundo es posible y también necesario". Y no tenía complejos en continuar defendiendo un ideario superado por la historia. Es que Gladys Marín era, como señaló el ex comunista Luis Guastavino, "sincera, pero petrificada". El electorado le pasó la cuenta al partido y a la propia Marín. Cuando se presentó a la presidencia en 1999, ella sabía que no iba a triunfar, pero esperaba "ganar fuerza para golpear la mesa", como sostuvo entonces. No obtuvo ni los votos (3,21%) ni la fuerza.

PINOCHET: NI PERDÓN NI OLVIDO.
Pero nada parecía desanimarla. Porque tras la apariencia frágil de una mujer menuda que comía frutas y verduras, que hacía natación tres veces a la semana, que se emocionaba con la música mexicana y con Silvio Rodríguez, y que nunca perdió la coquetería, se escondía una voluntad de hierro capaz de desbancar a quienes amenazaran su liderazgo (como le ocurrió al líder de los profesores, Jorge Pavez) y de perseguir a su gran enemigo: Augusto Pinochet. Fue ella quien, en enero de 1998, presentó la primera querella contra el ex gobernante. Para Pinochet, en la mente de Marín no habría ni olvido ni perdón: "Deseo que pase por todos los rigores que pasaron nuestros detenidos desaparecidos".
Aunque el cáncer la obligó a alejarse del país y a padecer desgastadores tratamientos en Cuba -donde Fidel Castro le prodigó los más altos honores-, nunca perdió el interés por saber de Chile, del avance en los juicios a Pinochet y de la suerte del PC. Y pudo morir sabiendo que por fin había un reconocimiento oficial para las víctimas de la tortura, que Pinochet fue procesado por la Operación Cóndor y enfrenta investigaciones por los casos Riggs y Prats, y que el pacto Juntos Podemos -comunistas, humanistas y otros- obtuvo casi un 10% de la votación en las municipales de octubre pasado.
Pidió a sus cercanos que no prolongaran artificialmente su vida.

LOS ÚLTIMOS DÍAS DE LUCHA
Durante su último período en La Habana, Gladys Marín sólo repetía una frase a su cercanos: "Vámonos". Insistente, decía que quería regresar al país para entregar la vida que le quedaba. Vida que no deseaba prolongar artificialmente, procurándose sólo lo que le ayudara a tener una mejor agonía.
En el PC de Chile, en tanto, todos conocían su idea de regresar. Esperaban que se dieran las condiciones. El 20 de diciembre pasado, luego que una resonancia magnética, se reactivó un plan para su vuelo en una línea comercial.
Sus más cercanos pusieron en marcha reservas en LanChile directo desde Cuba (de donde vino con el doctor Javier Figueredo), se arregló un traslado a la Posta Central y se llamó a una ambulancia del Samu para que esperara en la losa. Sin embargo, ella se había estado preparando con fuerza, según relata Juan Andrés Lagos, y no fue necesario llevarla al hospital. Su familia la transportó a su hogar, donde sólo algunos pudieron visitarla.
Los que no la veían en persona dejaban un mensaje en un cuaderno que luego la familia le leía. A su pieza ingresaban los hijos, sus hermanas y algunos dirigentes comunistas, a quienes se les permitían unos pocos minutos.
Así fue como las fuerzas comenzaron a abandonarla. Aunque consciente, no podía comunicarse. Desde ese minuto su evolución no fue favorable. El doctor Eduardo Larraechea, amigo de su hijo Rodrigo Muñoz y quien le descubrió el tumor en septiembre de 2003, permaneció en contacto frecuente con Figueredo en Cuba y con Inti Peredo en Suecia. En su casa la cuidaron la doctora Paula Fuentes y enfermeras. El grupo médico la mantuvo con un extracto del mango, llamado Vimang, producido en Cuba, además de analgésicos, pero el tratamiento contra el cáncer fue abandonado hacía un par de meses.
Si bien en un comienzo se la informaba de lo que sucedía en el país, cosa que ella agradecía y vagamente comentaba, en las últimas semanas dejó de hacerse. No supo que la cúpula de la Dina había ingresado a prisión o que Pinochet estuvo recluido en Los Boldos, pero sus cercanos creen que su paz pasaba por ciertos silencios.
Cuando aún se encontraba estable, salía en silla de ruedas al jardín de su casa en La Florida. Tranquilamente tomaba aire y regresaba a dormir. Pero ya no estaba en condiciones de seguir escribiendo sus reflexiones sobre diversos temas, como la guerra en Irak, la reelección de Bush y su rechazo al Alca. Algunos de esos textos se encuentran en poder del PC y de su familia. El agravamiento paulatino de Marín se fue transformando luego en un proceso irreversible. Las últimas dos semanas pasó la mayor parte del tiempo semiconsciente, imposibilitada de desplazarse y hablar.
Los médicos advirtieron entonces a la familia y al PC que el desenlace podría ocurrir en cualquier momento. Por lo mismo, sus hijos Alvaro y Rodrigo Muñoz, sus hermanas y sobrinas, y algunos miembros del comité central del Partido Comunista redoblaron sus visitas e iniciaron los preparativos para el fallecimiento de Gladys Marín se produjera tal como ella lo había pedido: en Chile, rodeada de su familia y amigos.
Los años verde olivo de una mujer de armas tomar.
Corrían los años 80 y las protestas contra el gobierno militar eran incentivadas desde la clandestinidad por el Partido Comunista. Fue en ese escenario que se consolidó el liderazgo de Gladys Marín.
La dirigenta había vuelto a Chile en 1978 con el objetivo de recomponer la estructura del PC con postulados cimentados sobre la base de la "política de rebelión popular" provenientes del Círculo de Berlín, un equipo de trabajo secreto del partido creado en Alemania Oriental. Trabajando con Marín, los miembros del círculo crearon el Frente 17, estructura integrada por diez personas que impulsó la vía insurreccional. Gracias a su cercanía con la cúpula en Moscú, Marín conocía el plan de Fidel Castro para formar jóvenes comunistas en las Fuerzas Armadas cubanas. Sin embargo, la idea comenzó a generar una silenciosa discusión al interior del partido, el que a pesar de contar con el apoyo de Castro, no sabía cómo enfrentar al régimen militar.
Por ello, en junio de 1983, en una residencia facilitada por La Habana, los oficiales formados en la isla, representados por Sergio Galvarino Apablaza; la dirección del partido en Moscú, encabezada por Volodia Teiltelboim; y la cúpula clandestina de Gladys Marín, se reunieron en Cuba a acordar la postura que se adoptaría en Chile para impulsar la insurrección.
Marín propuso una política militar inserta en un marco que abarcaba toda la colectividad. Su intervención dejó impresionado al propio Fidel Castro, quien calificó la línea propugnada por la dirigenta como "una creación extraordinariamente imaginativa". Desde ese entonces, la relación entre el líder cubano y la mujer se afianzó hasta el punto de consolidar una profunda amistad que se mantuvo hasta el día de su muerte.
Días después de la aprobación castrista, los oficiales elegidos en la isla para iniciar la lucha armada se alistarían para partir a Chile. En Santiago, Marín recibiría como un triunfo personal la noticia de la llegada de los primeros combatientes que quedaron bajo las órdenes de quien demostró ser la más audaz de los dirigentes del PC. Los miembros de esta vanguardia serían los primeros "comandantes" del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, creado a fines de 1983.

Opinión de Patricio Navia, cientista político.
UNA MUJER DIGNA
Gladys Marín fue una mujer valiente, luchadora, preocupada por los más necesitados y dedicada de lleno a defender aquellos ideales que ella pensaba contribuirían a hacer del nuestro un país más justo, más solidario, de menos pobreza y más dignidad. Lamento que no haya sido también una demócrata consecuente. Desde sus inicios en la política en los 60, su paso como diputada y su esfuerzo por reconstruir al Partido Comunista después de la dictadura, se desenvolvió exitosamente en democracia. Pese a que siempre respetó las reglas del juego en su participación política en Chile, su incapacidad para reconocer a la democracia como la única forma legítima de gobierno deja una mancha indeleble en su hoja de vida.
Me hubiera gustado que compartiese todos los ideales de democracia, pluralismo, diversidad y tolerancia que se han consolidado en Chile desde el retorno de la democracia. Pero con la misma obstinación y disciplina que demostró a la hora de resistir la campaña por exterminar al cáncer marxista de Chile lanzada por la dictadura, demostró una resistencia ciega a reconocer a la democracia como el único sistema legítimo. Su apoyo a los regímenes totalitarios soviéticos pudiera ser comprendido en el contexto de la Guerra Fría. Pero su incomprensible apoyo a la dictadura de Fidel Castro, especialmente después de la traumática experiencia dictatorial en Chile, opaca la carrera de esta destacada mujer.
De haber tenido edad en esos años, me hubiera sentido orgulloso de haber trabajado junto a Gladys Marín. Ella y muchos otros arriesgaron su vida. Con el retorno de la democracia demostró la misma tozudez para persistir junto a otras víctimas de violaciones a los DD.HH. contra aquellos que querían primero negar y luego olvidar las atrocidades cometidas. Entendía que el olvido está lleno de memoria y su compromiso con la justicia era anterior y superior a las consideraciones coyunturales. Esta mujer, que también sufrió el secuestro y desaparición de su esposo, representó un símbolo para aquellos que han luchado por la memoria y la justicia durante años. Por eso, pese a sus falencias y errores, merece nuestro respeto.
Sin duda que al PC también le cabe una cuota de responsabilidad por el quiebre de la democracia. Pero irónicamente, de todos los miembros de la UP de Allende, el PC estaba entre los partidos más razonables. Es cierto que durante el gobierno militar se polarizó en demasía. Muchas de las decisiones estratégicas y políticas del comunismo durante la dictadura contribuyeron a fortalecer a Pinochet más que a robustecer a las fuerzas democráticas. La decisión de abrazar la resistencia armada fue un error histórico gigantesco. Pero cuando se violaron los DD.HH. en Chile, Gladys Marín estuvo entre las víctimas. Y su compromiso por poner fin a la dictadura -aun con herramientas ilegítimas- inspiró a muchos que contribuyeron pacíficamente a poner fin a ese negro capítulo de violencia y represión. Lamentablemente, desde 1990, mientras Chile construía con dificultad pero determinación la democracia y todavía se violan los DD.HH. en Cuba, no distinguió que los apremios ilegítimos y la falta de libertad son inaceptables, independientemente de la ideología que se utilice para justificarlos. Más que discutir intensidades o intentar explicar lo injustificable, debió demostrar consecuencia por la defensa de los DD.HH. y la promoción de la democracia.

Todos los grandes hombres y mujeres de nuestro país -antes de entrar a los resúmenes de los libros de historia- tuvieron enormes aciertos y grandes errores. Marín no fue la excepción. Creo que los aciertos de esta mujer, cuyas cualidades humanas pude disfrutar al conocerla personalmente un día en Nueva York, superan sus errores. Su determinación para combatir la miseria, la desigualdad, la injusticia y los abusos contra los pobres, su infatigable preocupación por los desposeídos y su inequívoca defensa de los derechos de los trabajadores la hacen digna de respeto y admiración. Gladys, tu recuerdo será también el de una mujer digna, que luchó con ahínco por lograr hacer realidad el desafío de Allende de abrir las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

GLADYS Y SU OPINIÓN SOBRE LAS MUJERES.
“Las mujeres que participamos en política estamos muy expuestas a las caricaturas que abundan en este ambiente conservador y masculino en el que vivimos. El mundo de la política está vedado a las mujeres, si alguna destaca se le dice que es masculina o que es amante de todos los dirigentes” (15 de junio de 2001)

“Creo que en política se tiende mucho a descalificar a las mujeres que actuamos con consecuencia, y sobre todo son los hombres los que nos descalifican”. (29 de julio de 1993).

“Las mujeres hemos dado pruebas más que suficientes que tenemos tantos o más méritos que muchos hombres para ocupar cargos de alta responsabilidad. Y lo hacemos bastante bien”. (20 de noviembre de 1999)

Cronología de Gladys Marín.

1941,
Julio: Gladys Marín nace en Curepto. Es la tercera de cuatro hijas del matrimonio entre Heraclio Marín y Adriana Millie.

1958
Se integra a las Juventudes Comunistas.

1960
Abril
Se casa con el militante comunista Jorge Muñoz, con quien tendrá dos hijos: Rodrigo y Alvaro.

1965
A los 23 años, es elegida diputada por el PC. Reelecta en 1969 y 1973.

1974
Julio
Deja el país, luego de haberse refugiado en la embajada de Holanda. Va a Moscú.

1978
Regresa clandestina a Chile. Tendrá un rol clave en la decisión del PC de militarizar la lucha contra el gobierno de Pinochet.

1987
Se reencuentra con sus hijos en Bariloche. Los había visto por última vez en 1973, al igual que a su marido
(quien desapareció tras ser detenido en 1976).

1994
Es elegida secretaria general del partido. En 2002 es nombrada presidenta.

1999
Diciembre
En las elecciones presidenciales obtiene el 3,21% de los votos.

2003
Septiembre
Se le detecta un tumor en el cerebro. Es operada en Suecia y luego viaja a La Habana, donde recibe tratamiento contra el cáncer.

2005
Marzo
Fallece en su hogar en La Florida.

Autora:
Malú Ferrés (maluferres@hotmail.com)






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